
Luis Marco Pérez
Tenemos el honor de contar con una parte de la obra de Luis Marco Pérez en nuestra cofradía.
La excepcional figura del escultor Luis Marco Pérez(1) (Fuentelespino de Moya, Cuenca, 19 de agosto de 1896; Madrid, 17 de enero de 1983) equivale, sin ningún género de dudas, a uno de los artistas más extraordinarios y determinantes nacidos en tierra conquense, como lo prueba su apabullante y laureado palmarés o su no menos apoteósico currículo docente. Además de todo ello, el insigne imaginero que también fue Marco Pérez ‒afortunado autor de las Sagradas Imágenes procesionales de esta Real y Antiquísima Hermandad del Jesús de las Seis‒, comporta una brillante y complementaria dualidad artesanal: fue incluso mejor escultor que imaginero, lo cual no significa una degradación gratuita de su amplísimo catálogo pasionista sino la confirmación, palmaria e indirecta, de la enorme calidad que atesoran nuestros venerados pasos procesionales.
Siendo muy jovencito y apuntando precoces maneras con madera y barro, su familia abandona obligadamente el pequeño pueblo serrano de Fuentelespino de Moya en dirección a la pujante y mercantil Valencia; buscando un porvenir más prometedor. Esta deriva biográfica será absolutamente esencial para la etapa formativa de Luis Marco pues, no en vano, la capital del Turia es uno de los indiscutibles epicentros artísticos españoles. En esas mismas latitudes levantinas, pronto aparece como aprendiz en obradores y talleres de prestigio como los del imaginero Modesto Quilis o Sanchiz; enrolándose también en los cursos de la Escuela Superior de Bellas Artes de San Carlos. Pese a tanta actividad sucesiva, su talento y buenas maneras aún le permiten conseguir su primer gran logro, cual fue la concesión de una pensión en el año 1919, sufragada por el Círculo de Bellas Artes de Valencia, para ampliar estudios en Madrid durante un año; ingresando, una vez en la capital de España, en el estudio del reputado escultor José Ortells.
De este modo, además de los preciados contenidos teóricos aprendidos en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Carlos; los misteriosos arcanos de la madera desentrañados en el estudio de Quilis; o la pericia adquirida en la realización de modelos en el también valenciano taller medallista de Sanchiz; ya en Madrid, Marco Pérez, a la vera magistral de Ortells, también adquiere unas decisivas nociones de anatomía artística absolutamente fundamentales para dominar la escultura e imaginería. Dicho lo cual, el incansable periplo formativo de nuestro artista ‒tan apegado a cánones academicistas como renuente a florecientes y rupturitas claves vanguardistas (extensible elección a sus patrones creadores)‒ no se detiene en esa coyuntura citada: aprovecha para acudir a las clases impartidas en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando y para adentrarse en las enriquecedoras galerías museísticas madrileñas.
En relación con lo anterior, Luis Marco ve prorrogada su antedicha pensión por otro año más; circunstancia que permite, al estimular la beca el estudio de los “tipos” humanos propios y característicos de algún lugar de España, su reencuentro con Cuenca. El floreciente artista no desaprovecha la ocasión para elegir a su tierra natal, como objeto de esa misión, produciéndose el citado reencuentro (a la que, de una u otra manera, seguirá ligado a lo largo de su carrera profesional); convirtiéndose prontamente en “escultor oficial u oficioso de Cuenca a lo largo de décadas”, en consideración del especialista Pedro Miguel Ibáñez, quien ha ensayado con brillantez las influencias y adscripciones estilísticas de su obra.
En ese mismo arranque de los denominados como felices años veinte cuando Marco Pérez comienza a amasar una hoja de servicios muy premiada, con motivo de sus galardonadas participaciones en las bienales Exposiciones Nacionales de Bellas Artes (con el tiempo y la nombradía ganada a ley, formaría parte de los Jurados); configurando, esencialmente, la temática de arquetipos conquenses el eje vertebral de sus apariciones. Es en esta tesitura cronológica de la segunda década de la centuria pasada cuando el escultor, con apenas un cuarto de siglo a sus espaldas, inicia su prolífica carrera como tal. Dicho lo cual, hay que hacer notar una primera y no muy conocida incursión de nuestro protagonista en el exclusivo circuito de las Exposiciones Nacionales ya en el año 1920(2). A partir del siguiente certamen, el de Fuentelespino de Moya comienza a cosechar éxitos tan rotundos como la obtención en el año 1922 de una Tercera Medalla por “El alma de Castilla es el silencio” (Museo de Cuenca) ‒cabeza de rugoso rostro en bronce patinado que simboliza, de nuevo, uno de esos famosos caracteres raciales de esta tierra‒; la Segunda Medalla, en el año 1924, por la desaparecida obra “Idilio Ibérico”, adicionando al realismo castellano de su creación anterior, una indisimulada tendencia mediterraneista ‒nucleada en torno a la proliferación del desnudo femenino‒, sabiamente barnizada, ahora, por valores estilísticos del clasicismo antiguo, como ocurre en el presente “Idilio Ibérico”, y del Renacimiento; fruto, a su vez, de la pensión de estudios otorgada por la Diputación conquense para viajar a Italia (no sería su única estancia productiva en el extranjero; gracias a incentivos como la Beca de la Fundación Conde de Cartagena, en su sección de Escultura, instaurada por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando) (3).
Y, en el año 1926, la Primera Medalla de la correspondiente Exposición Nacional de Bellas Artes por “El hombre de la Sierra” o “El Hachero” (Museo de Escultura de Leganés y Parque de San Julián, Cuenca). Se trata de una de las más antológicas creaciones de su catálogo y, quizás, en la que mejor hermosea su admiración conceptual y estética hacia figuras internacionales como Meunier, sobre todo, Mestrovic o Rodin. Modelo extraordinario de uno de los personajes más representativos de nuestra Sierra, como es el leñador o hachero, su factura emana ese orgullo por los principios tradicionales y respetables del trabajo callado.
Parece menester subrayar, a esta altura de su apasionante trayectoria biográfica, que Luis Marco Pérez certifica por completo, frisando el ecuador de la década de los veinte, su insoslayable vinculación con Cuenca; organizándose alguna exposición temporal ‒tiempo después, formaría parte de prestigiosas muestras internacionales‒ y merecidos homenajes al exitoso paisano (con el trasfondo balbuciente de su futura vinculación artística con la popular Semana Santa).
Así, en el mes de junio del mismo año 1926, el propio Ayuntamiento capitalino se adhiere a la solicitud popular para distinguir a nuestro eximio escultor como Hijo Predilecto de la ciudad. Anualidad imborrable para un artista que comienza a estampar su pátina genial en las calles de Cuenca; caso del levantamiento de esa céntrica obra colosal que es el “Monumento a los soldados de la provincia muertos en África”. Con reminiscencias compositivas que brotan del mismo Buonarroti, esta monumental creación remite a quien fue, de manera irrefutable e igualmente aplicable a la serie de “tipos” conquenses, precedente y referente común de muchas de las corrientes estéticas dominantes en España en aquella época: el gran y tarraconense Julio Antonio, el amado de la crítica, como se le conocería más tarde. Apenas un año después (1927) y amén de contraer matrimonio con María del Carmen Sevillano López, la Excma. Diputación Provincial de Cuenca, atendiendo a los méritos contraídos por el insigne fuentelespinero, residente ya en la calle Mariano Catalina nº. 37, es nombrado Profesor meritorio interino de la naciente Escuela Provincial de Artes y Oficios de Cuenca(4) (posteriormente, en el año 1932, se le asigna la plaza en propiedad, tras aprobarse el reglamento orgánico de esta histórica institución que fuera, a su vez, semillero abundante de artistas conquenses) (5). Para, casi consecutivamente (combinando, en adelante, decente docencia y particular hacer), ser designado Escultor Municipal, con fecha de 18 de mayo de 1928, por el Ayuntamiento de Cuenca, “con la obligación de anualmente entregar un paso por lo menos de seis figuras para las procesiones de Semana Santa”(6).
Por ultimar, con brevedad, su deslumbrante y laureado periplo artístico durante estos tres decenios iniciales del siglo XX, hay que destinar especial atención a la sonada participación de Luis Marco Pérez en la Exposición Nacional de Bellas Artes del año 1930. Concurrió a ella presentando, junto con varios bronces(7), un conjunto cumbre de su ya por entonces popularizado catálogo escultórico: “El pastor de las Huesas del Vasallo” (Hoz del Huécar, Cuenca). Dotada de un paralelismo significativo, en lo formal y conceptual, con la también premiada y citada obra “El hombre de la Sierra”, este acertadísimo homenaje a los anónimos y fornidos pastores conquenses fue acreedor de la exclusiva y meritísima Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid(8). En esta misma línea y antes del estallido de la guerra civil española, concretamente en 1934, nuestro protagonista también habría sido premiado en el Concurso Nacional de Arte Decorativo, según señala el autor José Benedicto Sacristán(9); a la sazón, precursor y gran conocedor de la trayectoria y catálogo de su eximio paisano.
En cualquier caso, de lo hasta aquí explicado y en adelante dicho, resulta bastante curioso que, pese a ser la ciudad de Cuenca la que más obras ostenta de su ampuloso elenco creativo (entre escultura civil, imaginería y esa magnífica colección de dibujos(10); y que tan pacientemente ha sido inventariado por el incansable y pionero Benedicto Sacristán y, después, por los profesores Portela Sandoval y Bonet Salamanca); fueran escasos los años que, en comparación, residió en esta capital en detrimento de urbes como Valencia y Madrid, sobre todo, y Valladolid.
Menos paradójico resulta su ya anunciado y sobresaliente currículo docente, salpicado de varias mudanzas y con una guerra civil de por medio, hasta su definitiva radicación en Madrid; donde también abrirá taller particular y pondrá al alcance de más discípulos sus habilidades con la gubia y el buril. Nótese, como podrá corroborarse a continuación, esa vocación instructiva y didáctica bien patente a lo largo de su vida. No obstante, por citar algún ejemplo temprano y poco conocido, hay constancia documental de una solicitud fechada el 8 de febrero del año 1930(11) ‒siendo todavía profesor de la Escuela Provincial de Artes y Oficios de Cuenca y dirigida al Presidente de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Artísticas‒ en la que Marco Pérez “cree contar con la suficiente preparación pedagógica y profesional para trasladarse a Bélgica y estudiar, con provecho, para la enseñanza de nuestro país, la organización de la enseñanza profesional en dicha nación y la aplicación a la misma de las Artes decorativas”. En virtud de lo cual y con el objetivo apuntado, nuestro protagonista suplica la concesión de “una pensión de seis meses”; de cuya resolución no hay noticia, imponiéndose el negativo silencio administrativo.
Recuperando el fugaz repaso por su ampuloso bagaje profesoral, Luis Marco abandona su magisterio en la antedicha Escuela de Artes y Oficios conquense al ser designado, mediante oposición y con fecha de abril de 1933, profesor de Modelado, Vaciado y Composición Decorativa, de la Escuela de Artes y Oficios artísticos de Valladolid. Capital será su estancia en la ciudad del Pisuerga; principalmente, para ahormar una cualidad entalladora muy influenciada por la acreditada imaginería barroca española y que, a la postre, definirá su producción pasionista. Asimismo, en estas misma y viejas tierras castellanas fue distinguido como Académico electo, no tomando posesión, de la de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid (14-01-1934) (12). Además, a caballo entre los años 1939 y siguiente, se fragua una de sus escasas obras documentadas en latitudes pucelanas: el Mausoleo del General Severiano Martínez Anido (Cementerio Municipal, Valladolid); y cuya encomienda oficial fue conquistada por el Proyecto del arquitecto Miguel Baz, figurando como escultor Marco Pérez(13).
Nuestro artista descansaba en Valencia cuando detona la guerra civil en 1936. Allí vivirá este fratricida período con el consiguiente beneplácito a su traslado profesional a la Escuela de Artes y Oficios de la capital levantina. Tampoco es excesiva la documentación conocida para reconstruir cómo fueron aquellos decisivos e intranquilos años para el artista. Si acaso, pueden apuntarse algunas consideraciones relevantes: según el ya mentado autor Benedicto Sacristán, Luis Marco habría figurado como vocal de la Junta de Incautación y Protección del Tesoro Artístico. Constancia fehaciente hay, por un lado, de su participación en la notoria Exposición de Pintura y Escultura de Artistas Españoles celebrada en Bogotá en el año 1938, con el costoso y definitivo envío de las obras “Teólogo de Uclés” y “Princesilla de la Hinojosa”(14) (tal y como publicó el hermano y autor Pérez Calleja en la cita anteriormente compulsada); y, del mismo modo, de una sorprendente y escasamente divulgada participación en una colectiva e interesantísima muestra artística organizada en la misma Valencia, bajo el patrocinio falangista local recién victorioso ‒a ella aportó, en compañía de eximios pintores y escultores como Palencia, Benedito, Zuloaga o Capuz, Clará y Pinazo, la creaciones “Diana cazadora” y “Cabeza de niño”(15) ‒.
Con la disputa bélica finalizada, regresa a Valladolid en el año 1939 y se reincorpora a su anterior labor docente en la homónima Escuela castellana. Sin embargo, hacia finales del año siguiente se produce un traslado definitivo en lo personal y profesional: a su nuevo destino como profesor de la Escuela de Artes y Oficios de Madrid, institución que dirigiría tiempo después. Del tal modo que, en el año 1956 sería nombrado, por oposición, catedrático de Talla Escultórica de la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando; siendo, por entonces, secretario de la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Madrid.
Al hilo de lo anteriormente reseñado y coincidiendo con su jubilación administrativa en 1966, fue nombrado Académico Correspondiente en Madrid de la Real de Bellas Artes de San Carlos de Valencia. Apenas tres lustros después y con el fatal fallecimiento de su esposa de por medio, en el año 1982 era designado Académico de Honor de la anteriormente mencionada Real Academia de Bellas Artes de San Carlos. Esta última etapa vital de Luis Marco Pérez, salpicada de soledad, olvido y apreturas económicas, estuvo orlada por un creciente número de distinciones que, evidentemente, se multiplicarían exponencialmente ‒el Ministerio de Cultura le concedió la Medalla al Mérito de las Bellas Artes en su categoría de plata y a título póstumo‒ tras el fallecimiento del mismo, en Madrid, el 17 de enero de 1983; capital donde, primeramente, fue enterrado para proceder al traslado de sus restos mortales, dos años después y como abundaremos más adelante, al recoleto y escogido Cementerio de San Isidro de la conquense Hoz del Júcar.
En cualquier caso, interesa señalar, en este contexto del ocaso de nuestro escultor e imaginero, la importantísima obtención de una de las más codiciadas recompensas que pueda obtener un artista: el Premio “José González de la Peña. Barón de Forna”, concedido por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid en Sesión Extraordinaria de la misma y con fecha de 1 de marzo de 1982(16). Varias circunstancias hicieron especialmente relevante la licencia de este galardón, encabezada por la estupenda gratificación monetaria que tan bien le venía a la maltrecha económica del artista conquense. Además, lógicamente, del reconocimiento palmario de institución tan respetada hacia un escultor no académico como él; triunfando su candidatura ‒postulada por firmas tan autorizadas como las de Vassallo Parodi(17), Juan de Ávalos o Genaro Lahuerta‒ mediante votación reglamentaria y escrutinio, y en detrimento de la opción del escultor gallego Cristino Mallo.
En la línea de lo anteriormente señalado y perseverando en la osada idea de establecer un apartado sobre Luis Marco que aporte novedades(18) y no redunde en datos o hechos consabidos, parece oportuno recrearnos ahora, toda vez que el célebre discurso de concesión del citado premio pronunciado por el notable escultor gaditano Juan Luis Vassallo Parodi ya se dio a conocer(19), en el relato del acto de entrega reflejado en el Archivo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando; tratándose, por ello, de uno de los últimos actos públicos a los que acudió nuestro ya avejentado maestro. El emotivo episodio, desarrollado en Sesión Extraordinaria del 31 de mayo de 1982, fue de la siguiente manera:
A continuación de la sesión anterior, se celebra sesión extraordinaria, para proceder a la entrega del Premio “José González de la Peña, Barón de Forna”, a D. Luis Marco Pérez quien, a tal efecto, se incorpora a la Sala de Juntas, acompañado por varios Sres. Académicos. Después de dar cuenta el Secretario que suscribe del acuerdo de concesión, interviene el Sr. Vassallo Parodi refiriéndose con emocionadas palabras a los valores humanos y trayectoria artística del Sr. Marco Pérez. El Sr. Director resalta la justeza de la concesión del premio y felicita efusivamente, en nombre de la Academia, al interesado a quien entrega el talón bancario y diploma. D. Luis Marco Pérez recibe entre grandes aplausos el Premio, pronunciando muy sentidas palabras de agradecimiento. Se levanta la Sesión a las veintiuna horas, cinco minutos(20).
En otro orden de asuntos, va siendo ocasión de analizar la más conocida vertiente artística de Luis Marco Pérez en Cuenca: su imaginería. Y, para los objetivos de este portal, la que más interesa. Adviértase, en este contexto, cómo la estructura planteada para esta densa sección presenta una atrevida novedad tan calculada como voluntaria; posponiendo para este tramo final el previsible y manido contenido que, normalmente, se circunscribe a la enumeración descriptiva de los numerosos pasos procesionales que legó a nuestros desfiles pasionistas y Hermandades. Parece momento ‒y la Corporación del Nazareno de las Seis ha sido una adelantada en tantas cosas referidas al buen fuestelespinero‒, de acometer una necesaria revisión argumentada de la difusión y ponderación que, hasta la fecha y con excepciones, se ha realizado sobre su figura; alicorta e incompleta, a nuestro modesto entender, por estar casi únicamente supeditada a su, por otra parte, muy estimable fase creativa imaginera.
Marco Pérez, como puede deducirse del notabilísimo meritoriaje y trayectoria hasta aquí resumida, figura como dignísimo participante de esa encomiable renovación estilística (alejada, eso sí, de veleidades rupturitas) y tan anhelada por una crítica decepcionada por la insipidez de la escultura decimonónica. Así, con una personalísima metabolización de las tendencias mediterráneas provenientes de la Cataluña de Llimona o Clará y su vinculación al realismo castellano de comienzos de siglo pasado, Luis Marco ya es un maestro consagrado y reconocido en el campo de las Bellas Artes antes de la guerra civil; amén de pieza básica en el considerable renacimiento cultural de la ciudad durante las tres primeras décadas de la anterior centuria. De modo que, bien ajustada a nuestra conclusión es el atinado parecer del profesor Pedro Miguel Ibáñez quien, amén de sugerir un estudio pausado y comparativo de su estilo escultórico, señala que “sin demérito para otras fases de su catálogo, el momento más interesante de su producción se ubica en los quince años anteriores a la contienda civil española”(21).
De lo arriba apuntado puede colegirse un claro beneficio, y que en ningún caso opaca, para la valoración de su acertada dedicación a la imaginería religiosa, especialmente a la de tipo procesional. Y es que raro es el caso de la eclosión de extraordinarios imagineros que, a su vez, no hayan sido excelentes escultores. Mucho más frecuente será, no es el caso de Luis Marco, la aparición de buenos escultores que, sin embargo, son discretos imagineros. No cabe duda que la prolífica y titánica tarea de nuestro artista y su taller después de la guerra civil ‒surtiendo de imágenes y pasos procesionales a los diezmados desfiles conquenses y contribuyendo, pues y de raíz, a su feliz reconstrucción(22)‒; su proverbial capacidad para lograr una producción cualitativamente estimable, compaginada con encargos provenientes de otros lugares, adecuándola a la identidad rediviva de la Semana Santa de Cuenca; y, por consiguiente, su implementación, eterna ya, en la misma entraña de la ciudad a través de su citada Semana Grande; son circunstancias lógicas que han coadyuvado ‒con la cooperación inestimable e incomprensible de fiascos como los controvertidos fondos del Museo de Cuenca(23) o la deplorable divulgación y mantenimiento de esas tan fastuosas como recónditas obras varadas en el Parque de San Julián (penalizando, por tanto, el ya castigado descubrimiento de su producción profana)‒ a la instauración de una estimación distorsionada y descompensada de su anchuroso quehacer, y que urge equilibrar. Así, mientras en círculos especializados y académicos el genio de Fuentelespino de Moya es altamente considerado por su laureado bagaje como escultor profano, principalmente durante el primer tercio del siglo XX; en su tierra de origen y olvidando razonamientos como los esgrimidos por sus propios paisanos, tiempo atrás, para distinguirle como Hijo Adoptivo, su nombradía parece hacer fortuna asociándose, unívocamente, a la siempre entrañable e impactante imaginería religiosa de carácter procesional de la que tanto disfrutamos.
Este sucinto estado de la cuestión trabado, nos permite adentrarnos con más elementos de juicio en el muy significativo papel de imaginero de Luis Marco Pérez; por cuestiones evidentes ya citadas, intrínsecamente incardinado en nuestra actual Semana Santa. De modo que, rescatando el hilo cronológico y metodológico empleado, hay que recuperar ahora una retrospectiva histórica que nos sitúa en la primera mitad de los años treinta. En plena efervescencia de su talento, y con el favor de la crítica cosechado a ley por su descollante faceta escultórica (emerge la pluma académica de Luis Martínez Kleiser, por encima del resto), el menudo fuentelespinero va a contribuir con varios pasos procesionales a la, desde comienzos del siglo XX, renaciente Semana Santa de Cuenca; ostentando, por ello, el inusual privilegio de haber incluido su trabajo en los desfiles anteriores y posteriores a la guerra civil, divisoria fundamental para analizar la evolución estética de nuestra imaginería procesional en la pasada centuria. Muy probablemente ‒junto a otros factores cualitativos que caen por su propio peso y en unión de la propia voluntad y necesidad de Luis Marco tras la contienda‒, la notable aportación que comportaron sus pasos conquenses hasta 1936 (incluido) le confirieron, indirectamente, una autoridad indiscutible para protagonizar, por encomienda de una serie de personas avezadas y voluntariosas y con la inestimable ayuda institucional de la época, la gran reconstrucción de nuestra Semana Santa(24).
Circunscribiéndonos a su imaginería religiosa procesional anterior a la guerra civil ‒por aquello de seguir acentuando el perfil más desconocido de la trayectoria de Luis Marco Pérez‒, hay que retrotraernos a su glorioso 1930 para ubicar la primera y monumental obra en esta faceta: La Santa Cena. Pese a que dos años antes ya estaba trabajando en este colosal proyecto de trece figuras de tamaño natural (sopesando, entre otras cosas, si emplear nogal o caoba), este espectacular paso procesional desfiló, por primera vez, en la comitiva del Jueves Santo del referido año de 1930(25). Evidentemente, esta realización hay que vincularla con su ya tratada designación como escultor municipal y, del mismo modo, contextualizarla en un ambicioso proceso de abrillantamiento de nuestra manifestación pasionista que, arrancando desde comienzos del siglo XX con el alumbramiento de varios desfiles, encuentra su punto álgido en la segunda mitad de los años veinte; con la consignación municipal de generosas subvenciones para acopio de imágenes u otros elementos embellecedores y apostando por su promoción turística. Curiosamente, en esa misma comitiva de Jueves Santo de 1930, hay que situar la segunda aportación artística de Marco Pérez a aquella Semana Santa de Cuenca previa a la contienda bélica: se trata de la hechura de la Imagen del Ángel que se adicionó, en ese mismo año, al Titular de la Hermandad de Jesús Orando en el Huerto de San Antón(26).
Prosiguiendo con este fugaz recuento emprendido, habitualmente menguado en lo que tiene que ver con este período, debe notarse la valiosa ejecución, por parte de nuestro protagonista, del grupo procesional de El Descendido; el cual, figuró definitivamente y por primera vez en el desfile intermedio del Viernes Santo conquense del año 1932, pese a que ya estaba anunciada su presencia, en un principio, para la propia comitiva de las Once de un año antes(27). Y es que, casi con absoluta certeza, la elaboración de este Misterio la habría concluido Luis Marco en 1931, generándose una enjundiosa y llamativa discusión a propósito de esa preferida usanza artística del imaginero de no policromar las tallas ‒que tanto caracterizara su primera etapa de creación procesional y en paralelismo con La Santa Cena‒ y que retrasó, a la postre, su incorporación cierta a la Semana Santa conquense al ya mentado año de 1932.
Merece la pena abundar en esta tesitura, pues al igual que ocurre con la sobresaliente destreza imaginera de Luis Marco con anterioridad a la guerra civil (para nada subsidiaria de la más transitada y que arrancaría a comienzos de los años cuarenta), el paso procesional de El Descendido no es añorado con la magnificencia que sí apreciaron sus contemporáneos y la crítica; siempre anteponiendo el elogio, no sin poderosas razones, a la deslumbrante Última Cena. De hecho, la prensa capitalina de la época saludó esta “obra notable” y “nueva producción de su genio” con superlativas comparaciones respecto a la aportada por Gregorio Fernández en Valladolid o Mariano Benlliure en Zamora. En definitiva, sostenían que “obras como El Descendido de Cuenca inmortalizan al artista ejecutor, y si Marco Pérez no fuera ya demasiado conocido en España por sus obras, esta nueva por sí sola le dará el justo renombre”(28).
En cualquier caso y dicho lo cual, interesa remarcar el asunto de la inexistencia de policromía ‒por establecer una aproximación tipológica que sustancie la producción que, en estos momentos, nos ocupa‒, a partir de los dos grandes grupos procesionales que elabora antes de la guerra civil. Otra constante sería, a diferencia de lo que ocurriría en la avanzada posguerra, la factura personal e intransferible de las obras. Cuesta creer, por diversos motivos, que Luis Marco Pérez contara con colaboración decisiva en la ideación y materialización de las mismas. Sin embargo, no puede establecerse una linealidad en la morfología y encomienda de sus otras dos aportaciones, ya que, a diferencia de La Cena y El Descendido, las imágenes del Ángel del Huerto de San Antón y de Jesús con la Caña (de la que daremos cuenta después) corresponden a figuras únicas y trascienden ‒siendo casi circunstanciales‒ a sus compromisos de escultor municipal. Redimiendo, pues, la anunciada polémica estilística de la policromía, léase la siguiente reseña periodística del año 1931:
Fue una verdadera pena que no saliera el paso de “El Descendido” de nuestro laureado imaginero Marco Pérez, pero todos respetuosos con la opinión del artista ‒por no haber tenido tiempo de policromarla‒ se ha dejado para el año que viene, cuando dicha operación ornamental esté terminada, con lo que se podrá apreciar todos los detalles de la magistral obra escultural(29).
Si fue consecuencia innegociable de una preferencia artística el no policromar los dos grandes pasos, como parece asentado, o la decisión estuvo condicionada por carencias económicas o materiales para proceder a una exigente ornamentación (el Ángel no estaba decorado tampoco, según fuentes orales(30), y del Jesús de la Caña no hay noticias al respecto), habrá que dejarlo para otro momento más adecuado en el que poder analizar en profundidad esta circunstancia.
Se ha aludido, reiteradamente, a una cuarta obra de Marco Pérez ‒Jesús con la Caña‒ que completaría este primerizo conjunto de su imaginería religiosa procesional en Cuenca; el cual fue brutalmente aniquilado, a excepción de la figura del Ángel(31), en los lamentables episodios revolucionarios e iconoclastas de la guerra civil. Como consecuencia del fatal y desafortunado accidente que, durante el trascurso procesional del año 1934, malparó la antigua Imagen Titular de la Vble. Hermandad de Nuestro Padre Jesús con la Caña, esta Corporación del Jueves Santo conquense acomete el proceloso proyecto de hacer acopio de una nueva talla, encargándosela a Marco Pérez(32). La misma, “escultura de gran mérito”(33) y donada por D. Miguel Martínez y familia, fue bendecida en la Iglesia de San Antón el 5 de abril de 1936(34); desfilando por vez primera y última, por tanto, en la Semana Mayor de 1936. En sentido paralelo a las benevolentes valoraciones de público y crítica cosechadas por las obras anteriores, esta nueva talla, expuesta en el antedicho templo desde algún día antes(35), despertó “gran expectación” y gustó “extraordinariamente” a todos aquellos que pudieron apreciarla, como reflejaba La Vanguardia(36).
Turno ahora para reparar, someramente, en algunas cuestiones del abultado y esplendoroso catálogo imaginero que Luis Marco Pérez legó a la Semana Santa de Cuenca tras la guerra civil. A lo hasta aquí apuntado sobre esta fase artística, cabría sintetizar, desde una óptica estilística, su claro comportamiento y desempeño como un autor eminentemente clásico y que va hundir su gubia en esos manantiales barrocos tan prototípicos de esta temática. Y es que, más allá de un proceder, en estas lides, refractario de exageradas composiciones dramáticas, nuestro artista va a transustanciar en sus trabajos la influencia de la imaginería barroca castellana y su admiración hacia Miguel Ángel. De ninguna forma, en definitiva y a resultas de criterios cuantitativos y cualitativos, puede ser acusada de provincianismo pacato la consideración de este copioso conjunto pasionista conquense macerado por Marco Pérez ‒desde el año 1940 y durante los lustros siguientes‒, como paradigma relevante de la mejor imaginería religiosa procesional española posterior a la guerra civil. Huelga abundar, en esta misma dirección y huyendo de interesadas sensibilidades devocionales, en la fortuna inmensa de esta Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno; cuyo Sagrado Titular, el popular Jesús de la Seis, se cuenta, por hechos concluyentes, entre la más selecta antología estética de esta categoría.
Como verdaderamente meritorio puede calificarse su esfuerzo por resucitar el pulso artístico de la fenecida Semana Santa conquense. Pese a sucederse los encargos apremiantes para restituir devociones y hornacinas, Luis Marco consiguió, con el creciente auxilio de su obrador (en el que destacó, por su fidelidad, José Rincón), un estupendo resultado; del que hoy gozamos y ufanamos; y al que, como ayer, rezamos. En líneas generales, puede subrayarse alguna evidencia más como la paulatina incrementación del número de figuras que componen los pasos procesionales (también de los aditivos escenográficos). Ello viene determinado por las propias encomiendas que, en este campo, se le realizan. Así, en una temprana, breve y primera etapa, el imaginero va a entregar pasos con predominancia de figura única. En este lapso irrepetible, comprendido entre los años 1940 y 1943, hay que incluir tallas tan exquisitas como la del mismo Jesús del Salvador; cuya urdimbre natalicia hunde sus raíces en el mes de diciembre de 1939 pese a que, costeado por la propia Hermandad y completado en 1945 con la adición de la efigie del Cirineo, desfiló en el año 1941 por primera vez. Contemporáneas de tan excelso ciclo acotado son Imágenes tan memorables y veneradas como, entre otras, las de San Juan Evangelista, Cristo Yacente, Virgen de las Angustias o Cristo de los Espejos.
Hacia el ecuador de la década de los cuarenta y con excepciones, el de Fuentelespino de Moya acometerá, en una siguiente y más estirada etapa de su ímprobo quehacer aquí comentado, la recuperación o complementación de los grandes pasos procesionales perdidos durante la guerra civil (como El Descendimiento, Jesús Orando en el Huerto de San Esteban o La Exaltación) y la realización de alguno nuevo como el imponente conjunto de San Pedro(37). Esta fase apenas si rebasará los años cincuenta, abriéndose paso un decaimiento flagrante de la producción original y genuina del escultor e imaginero en este menester. En los primeros compases de esta citada segunda fase, concretamente en el año 1945, la Semana Santa de Cuenca y esta Hermandad del Jesús de las Seis cristalizan, gracias de nuevo a las fantásticas manos de Luis Marco Pérez, otro gran anhelo de ambas: la hechura del paso procesional de La Caída; Misterio de Jesús Caído y la Verónica que había desfilado en la procesión del Amanecer de Viernes Santo, integrado en esta Corporación nazarena desde el año 1904, hasta el desencadenamiento de las hostilidades del 36.
Antes de poner el broche final a esta biografía sui géneris de Marco Pérez, enfatizando la ligazón histórica de esta Real y Antiquísima Hermandad con el eximio artista conquense, ha lugar para anotar otro poco conocido capítulo de su vida y que afecta, desgraciadamente, a la propia capital en una de sus coyunturas más peliagudas. Siendo coherentes con el aire novedoso e intrépido con el que se ha querido dotar a esta sección, a modo de penúltimo homenaje al escultor, hay que recordar que Luis Marco, como hijo de su tiempo y las circunstancias del mismo, no fue ajeno a los vaivenes políticos de unas circunstancias históricas tan volubles como, en ocasiones, tensas. Para el hondo pesar de esta tierra, mácula que no ensombrece la querencia manifiesta al Hijo Predilecto y dilecto sin importar calendarios, todavía queda constancia documental de uno de los pasajes que, descontando la ominosa destrucción de sus imágenes procesionales durante la guerra civil, más desconsuelo pudo proporcionarle a nuestro protagonista.
Tan triste asunto aconteció durante los mismos balbuceos de la recién proclamada II República española ‒la cohabitación con este nuevo régimen, pese a ello y al igual que con otros de contraria índole, nunca devino obstáculo insalvable ‒, teniendo como desafortunados protagonistas a los entonces munícipes del Ayuntamiento de Cuenca. Contextualícese, para el cabal entendimiento de la siguiente y desconocida transcripción literal, el trasfondo político y religioso de tan precipitada como colérica decisión; adoptada en el mes de julio del año 1931 y que, por un lado, censuraba su cometido como escultor municipal y, de otra parte, parecía sugerir una secularización de sus primigenios encargos institucionales (acompañada, como de costumbre, de una imposición oficialista de su preciada obra inmediata):
Denuncia el Sr. Torralba el hecho de que no obstante haberse encargado al escultor Municipal, Sr. Marco Pérez, el busto del Capitán Galán, para descubrirlo dando nombre a la Plaza de la Infanta Paz en la conmemoración del 15 de Julio y a pesar de las promesas de este último señor de tener ultimado el encargo para esa fecha, la obra no se haya realizado, solicitando de sus compañeros de Concejo un voto de censura por su inexcusable negligencia.
Hace uso de la palabra el Sr. Fernández, para preguntar si el Sr. Marco Pérez ha cumplido los compromisos contraídos por la Corporación de realizar obras artísticas a cambio de la subvención que figura en presupuesto, solicitando que caso de que dicho señor no haya cumplido los citados compromisos, le sea retirada la subvención que satisface el Ayuntamiento para tales fines, y, que además no se concrete su obra a la confección de esculturas religiosas, sino de obras profanas que pueda admirar el pueblo y que habrán de ser colocadas en los jardines, plazas y sitios públicos de la ciudad donde puedan ser admiradas por todos.
En relación con la presente protesta, manifiesta el Sr. Samper, que la obra “El Pastor de las Huesas del Vasallo” sea instalada en sitio más adecuado que el Puente de S. Pablo, donde pueda ser admirada por toda persona culta.
Protesta el Sr. Sánchez Buenache, para manifestar que está bien emplazado en el sitio que hoy ocupa, por el carácter de la escultura y del paisaje al que sirve de adorno.
El Sr. San Millán, dice a su vez, que de igual manera que se ha encargado un busto en memoria del Capitán Galán, debe encargarse otro como recuerdo al Capitán García Hernández, ya que si los dos han sido conjuntamente héroes de la libertad, igualmente debe ser conmemorada su memoria por el municipio que ostenta la representación del pueblo.
A virtud de las razones expuestas por el Sr. Torralba, por unanimidad se acuerda conste en acta un voto de censura para el Sr. Marco Pérez(38).
Finalmente, como se advertía líneas atrás y como contrapunto a esos enterrados y marginales puntos de fricción entre Marco Pérez y Cuenca, ha de razonarse la impar y afectuosa consideración que esta Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de “El Salvador” ha profesado, con hechos y desde antiguo, hacia la figura del genial artista. Más allá de refrescar su probada autoría de todas las Imágenes procesionales de la Corporación, desde hora temprana ya aflora una relación muy fluida, favorecida por la amistad de hermanos tan significados e influyentes como D. Juan Ramón de Luz. De otra manera, no podría entenderse que, recién finalizada la contienda civil y en los estertores del año 1939, ya estuviera fraguado el acuerdo para comisionarle cosa tan delicada como la ejecución de nuestro Sagrado Titular(39). Y que, en ningún momento, se contemplara la firma de otro imaginero; a sabiendas de que, en contra de la práctica generalizada, las tallas debían ser sufragadas por las arcas de la Hermandad. Ni siquiera para el urgentísimo cometido artístico ‒por mor del litigio histórico con la naciente Hermandad del Jueves Santo sobre los derechos procesionales del Misterio de Jesús Caído (y que desencadenó la curiosa duplicidad actual)‒, que se le endosó al bueno de Luis Marco, mediante acuerdo extraordinario de la Junta General de esta Hermandad hacia finales de enero de 1945(40), para que tuviera preparado, en apenas tres meses, el paso de La Caída (estrenando calle a la vez que el Cirineo).
Tampoco merecer ser pasado por alto el gesto sintomático de nuestro protagonista, acudiendo personalmente a la multitudinaria y ceremoniosa bendición de la actual Imagen Titular de esta Real y Antiquísima junto a la de la Hermandad de San Juan Apóstol Evangelista en la Iglesia del Salvador (y a la luego reemplazada Virgen de la Soledad), con fecha de 30 de marzo de 1941: “A tan grandioso y solemne acto lleno de emoción religiosa asistió, mereciendo los plácemes de la multitud congregada en aquel templo, el prestigioso escultor Marco Pérez que con la maestría incomparable de que está dotado supo modelar de una manera acertadísima las imágenes de Nuestro Padre Jesús y de San Juan”(41). No es extraño que, por lo poco contado y mucho resumido, la Hermandad tomara el acuerdo, por unanimidad y a propuesta del ya mencionado hermano D. Juan Ramón de Luz, de nombrarlo Hermano Honorario de nuestra Asociación Pública de Files en abril de 1943(42) (antes, incluso, de efectuar la hechura del Cirineo y La Caída). Ni, tampoco, superfluo ni excesivo ese sentido pésame expresado al escultor, cuando el fallecimiento de su madre María, en el año 1954(43).
En relación con lo anteriormente comentado, sería inacabable la ristra de anotaciones que pudiéramos verter sobre esta relación. Por ello y de largo, sin olvidar loables muecas recientes como la portada ‒a él dedicada en el trigésimo aniversario de su defunción‒ de la última edición impresa de los Cuadernos de Semana Santa editados por esta Hermandad del Jesús del Salvador o el adecentamiento de su tumba, es conveniente subrayar el papel impulsor que tuvo la misma en el marco general de los homenajes y traslado a Cuenca de sus restos mortales en 1985; dos años después su triste y solitario fallecimiento en Madrid, ciertamente rodeado de mucho abandono y entre el desconocimiento general en Cuenca de tanta penuria acumulada en sus últimos días. En enero de 1984, en la fecha exacta del primer aniversario de la muerte del maestro Luis Marco, la propia Hermandad del Nazareno de El Salvador ya anticipaba intenciones: en las entonces memoriosas páginas de la prensa local, y a modo de generoso recordatorio, los hermanos del Jesús rogaban una oración por su alma. Pero será la lectura, casi íntegra, de la siguiente acta correspondiente a la Junta General Extraordinaria de 21 de enero de 1985 ‒completada por el recuerdo personal de aquellos acontecimientos modernos y el resultado de los mismos‒, la que mejor glosará la preocupación y ocupación de la misma para con su dignísimo Hermano Honorario D. Luis Marco Pérez:
La Mesa Directiva invita a sentarse a ella al Hermano Luis Benítez, como miembro de la comisión encargada del posible homenaje y traída de sus restos del escultor conquense D. Luis Marco Pérez.
Seguidamente, sobre el primer punto del orden del día, el Depositario informa sobre los actos previstos para este homenaje, en los que se incluye la traída de sus restos mortales a un cementerio de nuestra ciudad. Todo esto originaría unos gastos que serían costeados por las siguientes instituciones: Delegación Provincial de la Consejería de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, Excmo. Ayuntamiento de Cuenca, Excma. Diputación Provincial de Cuenca y nuestra Hermandad; las cantidades aproximadamente estarían en torno a las 250.000 pts. por cada una de las entidades. Los actos serían una exposición de la obra de Marco Pérez que se encuentra dispersa por distintos lugares, actuaciones musicales, conferencias, proyecciones, subida de todos los pasos realizados por este escultor a la Catedral de Cuenca, para recibir el día que vengan sus restos y rendirle así este homenaje tan esperado por el pueblo de Cuenca.
Acto seguido se da lectura al acta que correspondía a la reunión mantenida con las hermandades para ver si se sumaban a este homenaje y cuáles serían las cantidades que estarían dispuestas a aportar. Interviene el Hermano Rafael Fernández Jiménez y pregunta que si se ha consultado con sus familiares; se le contesta que así ha sido y también con uno de sus discípulos, y que todos ellos están de acuerdo con la realización de este homenaje. Después de detallar todo este informe, se somete a votación y es aprobado por mayoría.
En el apartado correspondiente de Ruegos y Preguntas; el Hermano Óscar Pinar para resaltar la obra del escultor Marco Pérez, cuenta como anécdota, que en cierta ocasión fue preguntado el maestro, que había personas en Cuenca que no daban mucha importancia a su obra, y él contestó, es que en Cuenca hay muchos artistas geniales(44).
FUENTES BIBLIOGRÁFICAS.- Elaboración propia a partir de la siguientes referencias bibliográficas: BENEDICTO SACRITÁN, J., Luis Marco Pérez (1896-1983). Vida y obra del escultor, Valencia, Edición del Autor, 1985; CARRETERO ESCRIBANO, J.M., “Acerca de la Semana Santa en Cuenca: Imágenes e imagineros; las marchas procesionales; Vida, Muerte y Vida”, en MARTÍNEZ DE LA PRESA, A. y VÁZQUEZ, C. (coord.), Jesús Nazareno y Rescatado de Medinaceli. Actas del VI Congreso Nacional. Cuenca, 15 y 16 de Abril de 2005, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 2005, pp. 41-68; IBÁÑEZ MARTÍNEZ. P.M., Luis Marco Pérez. I centenario, Cuenca, Junta de Cofradía de la Semana Santa de Cuenca, 1996; MONEDERO BERMEJO, M.A., Catálogo de la Exposición Homenaje a Luis Marco Pérez (1896-1983), Cuenca, Comisión Organizadora del “Homenaje a L. Marco Pérez”, 1985; PORTELA SANDOVAL, F. y BONET SALAMANCA, A., Luis Marco Pérez. Escultor e imaginero, Cuenca, Diputación Provincial de Cuenca, 1999; y VV. AA., Luis Marco Pérez. Drassanes de València. Del 13 de mayo al 9 de junio de 2002, Valencia, Generalitat Valenciana, 2002.
NOTAS FINALES.-
(1) Esta esquemática reseña biográfica y estilística de Luis Marco Pérez es una síntesis de un extenso trabajo de investigación en ciernes del autor y hermano Israel José Pérez Calleja: “Apuntes sobre el escultor Luis Marco Pérez: Beca Conde de Cartagena y Premio Barón de Forna de la R.A.B.A.S.F.”.
(2) DE LEZAMA, A., “La Exposición Nacional de Bellas Artes. Escultura”, La Libertad, Año II, Nº. 169, 19-06-1920, p. 2. El crítico enumera la presencia en la muestra de un busto femenino y “La hembra”, todo en yeso, de Marco Pérez.
(3) Archivo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Libros de actas de las sesiones particulares, ordinarias, generales, extraordinarias, públicas y solemnes. (1752-1984). Actas del año 1934, Acta de la Sesión Ordinaria de 18 de junio de 1934, pp. 493-494.
(4) Archivo de la Diputación Provincial de Cuenca, Negociado de Personal, “Expediente personal del Profesor de la Escuela de Artes y Oficios, Don Luis Marco Pérez”, 1927, E. 86, T. VII, L. 1.
(5) Acerca del bagaje y relación del maestro conquense con la mítica Escuela Provincial de Artes y Oficios, consúltese: PÉREZ CALLEJA, I.J., “Luis Marco Pérez y la Escuela Provincial de Artes y Oficios de Cuenca. Breve crónica documental de un sonado desencuentro en plena Guerra Civil”, Crónicas de Semana Santa, 2008, pp. 47-68.
(6) Archivo Municipal de Cuenca, Negociado de Personal, Legajo 2299-2, Expediente 19: “Nombramiento de escultor municipal a Don Luis Marco Pérez. Cesó el 31 de Mayo de 1933”, 1928.
(7) PÉREZ, J.V., BENEDICTO SACRISTÁN, J. y BENEDICTO, E., Fuentelespino de Moya. Cuna de Artistas, Cuenca, Diputación Provincial de Cuenca, 2011, p. 13.
(8) La posterior aportación artística de Luis Marco Pérez en estos certámenes, se limitó a la Exposición Nacional de Bellas Artes celebrada en Barcelona en el año 1944. Participó con las obras tituladas “Maternidad” y “Viejo serrano”; adquirida esta última por una considerable suma económica, aun no obteniendo premio alguno, según los citados profesores Portela y Bonet (PORTELA SANDOVAL, F. y BONET SALAMANCA, A., Luis Marco Pérez. Escultor e imaginero, Cuenca, Diputación Provincial de Cuenca, 1999, p. 30).
(9) BENEDICTO SACRISTÁN, J., Luis Marco Pérez (1896-1983). Vida y obra del escultor, Valencia, Edición del Autor, 1985, p. 60.
(10) RODRÍGUEZ RUZA, C., Los dibujos del escultor Luis Marco Pérez, Cuenca, UCLM, 2005. Este brevísimo tríptico anunciador de la magnífica exposición organizada en el mes de febrero de 2005 en el Centro Cultural CCM, evidenció junto a la propia muestra el inusitado potencial que atesora este abundante flanco creativo de nuestro protagonista.
(11) Archivo de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Artísticas, Carpeta 1882, Expediente JAE/92-125.
(12) Sobre la residencia del escultor en Valladolid, donde su labor docente ˗ocupando la cátedra vacante de Ramón Núñez˗ se vio interrumpida en el curso académico 1933/34 (para ampliar estudios en el extranjero gracias a la beca de la Academia de Bellas Artes de San Fernando) y durante el sangriento trienio de la guerra civil, apenas existe información más allá de algunas fuentes casi directas: GARCÍA RODRÍGUEZ, J., “Don Luis Marco Pérez, profesor de Escultura y Modelado en la Escuela de Artes y Oficios artísticos de Valladolid. Juicio crítico de su obra”, El Norte de Castilla, Año 83, Nº. 34.663, 04-04-1936, p. 3; y BRASAS, J. C. y URREA, J., Pintura y escultura en Valladolid en el siglo XX (1900-1936), Valladolid, Ateneo de Valladolid, 1988, p. 135.
(13) Archivo Municipal de Valladolid, Negociado de Bienestar Social. Departamento Administrativo. Sección 2ª, Caja 29, Registro: R. 367, Expedientes de contratación de obras, “Concurso de proyectos para construir un monumento funerario a la memoria del General Martínez Anido. 1er. Premio, escultor Sr. Moro (sic) Pérez y arquitecto, Miguel Baz”, 1939/40. Curiosamente, uno de los numerosos proyectos que también concurrió al proceso selectivo fue el del arquitecto Casimiro Laraja; y que era refrendado, en el apartado escultórico, por un viejo conocido y admirado artista: José Ortells.
(14) Archivo Central del Instituto del Patrimonio Histórico Español, Sección de Junta de Tesoro Artístico, Carpeta de Exposiciones (1936-1938), Legajo 3, Nº. 2, “Nota detallada de las obras enviadas a la Exposición de Artistas Españoles en Bogotá. 30 de junio de 1938”.
(15) Exposición Nacional de Pintura y Escultura. Del 18 de julio al 5 de agosto de 1939. Año de la Victoria, Valencia, Delegación de Bellas Artes de Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S. de Valencia del Cid, 1939.
(16) Archivo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Libros de actas de las sesiones particulares, ordinarias, generales, extraordinarias, públicas y solemnes. (1752-1984). Actas del año 1982, Sesión Extraordinaria de 1 de marzo de 1982, p. 283.
(17) Acerca de este genial artista, véanse, entre otras publicaciones, la siguiente referencia: MERINO CALVO, J.A., Tradición y contemporaneidad: el escultor Juan Luis Vassallo Parodi, Cádiz, Cátedra “Adolfo de Castro”. Fundación Municipal de Cultura, 1987. En este sentido, el gesto de este escultor para con Luis Marco Pérez y, sobre todo, de su conocimiento directo del personaje supone otra rica fuente de información; del mismo modo que sucede, al respecto, con las vivencias de José Esteve Edo o Rafael García Nicoláu: VV. AA., Luis Marco Pérez. Drassanes de València. Del 13 de mayo al 9 de junio de 2002, Valencia, Generalitat Valenciana, 2002, pp. 33-51.
(18) El completo desarrollo de este acontecimiento, generado el 1 de febrero de 1982, junto a otras cuestiones relativas a la vida y obra de Marco Pérez, serán publicadas en el anteriormente mencionado proyecto del autor y hermano Israel José Pérez Calleja: “Apuntes sobre el escultor Luis Marco Pérez: Beca Conde de Cartagena y Premio Barón de Forna de la R.A.B.A.S.F.”.
(19) VASSALLO PARODI, J.L., “Concesión del Premio Barón de Forna al escultor Luis Marco Pérez”, Academia: Boletín de la Real Academia de Bellas Arte de San Fernando, Nº. 54, 1982, pp. 27-31.
(20) Archivo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Libros de actas de las sesiones particulares, ordinarias, generales, extraordinarias, públicas y solemnes. (1752-1984). Actas del año 1982, Sesión Extraordinaria de 31 de mayo de 1982, p. 341.
(21) IBÁÑEZ MARTÍNEZ, P.M., Luis Marco Pérez. I centenario. 1896-1996, Cuenca, Junta de Cofradías de la Semana Santa de Cuenca, 1996, p. 10.
(22) Acertadísima loa comparativa la del autor José Miguel Carretero Escribano al indicar que Luis Marco “es a la Semana Santa de Cuenca lo que Víctor de los Ríos a la de León: la llena con su temperamento y sus obras”. No obstante, nótese el definitivo cálculo realizado, al respecto, por este veraz estudioso del escultor e imaginero: “De los diecinueve Pasos tallados por Marco Pérez que sacamos en nazarena Procesión sobre un total de cuarenta y dos (casi, pues, la mitad, con incontestable primacía), nueve son de figura única y diez son grupos o de composición” (CARRETERO ESCRIBANO, J.M., “Acerca de la Semana Santa en Cuenca: Imágenes e imagineros; las marchas procesionales; Vida, Muerte y Vida”, en MARTÍNEZ DE LA PRESA, A. y VÁZQUEZ, C. (coord.), Jesús Nazareno y Rescatado de Medinaceli. Actas del VI Congreso Nacional. Cuenca, 15 y 16 de Abril de 2005, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 2005, p. 106).
(23) OSUNA RUIZ, M. y GISBERT MARCO, Mª.I., Fondos sobre Semana Santa del Museo de Cuenca, Cuenca, Hermandad de Jesús Nazareno de “El Salvador”, 1992.
(24) Acerca de este apasionante período histórico de la Semana Santa conquense, véase, entre otras referencias bibliográficas, la siguiente publicada en la revista de nuestra Hermandad: MORALEJA IZQUIERDO, F.J. y PÉREZ CALLEJA, I.J., “El resurgir de la Semana Santa de Cuenca en la década de los años cuarenta. Una aproximación para su estudio riguroso (1939-1945)”, Cuadernos de Semana Santa, 2008, pp. 15-67. Asimismo, como complemento fundamental para la ampliación del estudio citado, nótense estas tres valiosas referencias archivísticas facilitadas por el hermano y autor Pérez Calleja: Archivo Municipal de Cuenca, Negociado General, Legajo 2401, Expediente 4: “Sobre asuntos relacionados con la festividad de Semana Santa”, 1940; Negociado de Hacienda, Legajo 2401-2º, Expediente 7: “Sobre necesidades a cubrir en relación con el resurgimiento de la Semana Santa”, 1940; y Archivo de la Diputación Provincial de Cuenca, Negociado Central, Sección Hacienda, “Expediente promovido por acuerdo Corporación para la adquisición de imágenes, Procesiones de Semana Santa, por la cantidad de 40.000 pesetas de la consignación del Capítulo 10 Artº 2º, autorizado por el Ministerio de la Gobernación”, 1941.
(25) Archivo Municipal de Cuenca, Negociado de Personal, Legajo 2297-2, Expediente 27 (29): “Sobre construcción de un Paso para la próxima Semana Santa por el escultor Don Luis Marco Pérez”, 1928. Acerca de la génesis y desarrollo de esta legendaria obra, véase ÁVILA MARTÍNEZ, J.V., “La Cena, primer paso de Luis Marco Pérez”, El Día de Cuenca. Especial Semana Santa, Año XXIII, Nº. 7.131, Del 9 al 16 de Abril de 2006, pp. 84-89.
(26) Existe constancia documental de cómo, ya desde enero de 1929, esta Hermandad estaba recaudando dinero para acometer este proyecto junto a la adquisición de unas andas (Archivo Municipal de Cuenca, Negociado General, Legajo 2302-2, Expediente 21: “Procesiones de Semana Santa”, 1929). En este mismo sentido y como sucede en el caso de La Cena, muy numerosas son las referencias que notician esta celebrada novedad procesional obrada por Luis Marco y llevada a efecto en el año 1930: “La Semana Santa en Cuenca”, El Centro, Año XV, Nº. 812, 10-04-1930, p. 2; “Cine sonoro”, Año I, Nº. 8, Electra, 20-04-1930, p. 1; “Pasó la Semana Santa”, La Voz de Cuenca, Año IX, Nº. 405, 21-04-1930, p. 1; o Programa de las procesiones de Semana Santa y Festejos de Pascua, Cuenca, Imprenta del Seminario Conciliar, 1930, [s.p.].
(27) “Ante la imposibilidad de incorporar a la procesión de las once del viernes el nuevo paso titulado “El Descendido” obra de nuestro paisano el laureado escultor Sr. Marco Pérez, por no estar policromado, se expondrá en sitio que se avisará” (“La Semana Santa en Cuenca”, La Opinión, Año IV, Nº. 671, 31-03, 1931, p. 1).
(28) “Nuevo paso de Semana Santa. El Descendido”, El Centro, Año XVI, Nº. 911, 23-03-1931, p. 2.
(29) “Semana Santa en Cuenca”, El Centro, Año XVI, Nº. 915, 06-04-1931, p. 2.
(30) RECUENCO PÉREZ, J., Huerto del Jueves Santo. Historia de una Hermandad, Cuenca, Vble. Hdad. de Ntro. Padre Jesús Orando en el Huerto (de San Antón), 1998, pp. 119-120.
(31) Ídem.
(32) Consultada la rica documentación de esta Hermandad, el proceso completo de adquisición se dilató entre el mes de marzo de 1934 y primeros de abril de dos años después, cuando se bendice la nueva Imagen (Archivo de la Vble. Hdad. de Ntro. Padre Jesús con la Caña, Libro de Actas 18-05-1902/09-04-2000, Junta General Extraordinaria de 31 de marzo de 1934 hasta Junta General Extraordinaria de 1 de abril de 1936, ff. 78vº-86vº, 1934/36).
(33) “Nuevo Paso de Semana Santa”, El Defensor de Cuenca, Año VI, Nº. 222, 28-03-1936, p. 4.
(34) Archivo de la Vble. Hdad. de Ntro. Padre Jesús con la Caña, Libro de Actas 18-05-1902/09-04-2000, Junta General Extraordinaria de 1 de abril de 1936, ff. 86vº. y 87rº, 1936.
(35) “Exposición de un nuevo paso de Semana Santa”, ABC, Año XXXII, 03-04-1936, p. 48.
(36) “Las procesiones de Semana Santas”, La Vanguardia, Año LV, Nº. 22.484, 03-04-1936, p. 32.
(37) Durante las primerísimas gestiones organizativas de su andadura procesional, esta Corporación del Miércoles Santo requirió en el verano de 1943, y con carácter de urgencia, un boceto con el correspondiente presupuesto a los escultores conquenses Marco Pérez, Martínez Bueno y Fausto Culebras para la ejecución del grupo-imagen procesional del Discípulo hiriendo a Malco (Archivo de la Vble. Hdad. Religioso-Benéfica de Ex-combatientes de San Pedro Apóstol (A.H.S.P.A.), Libro Fundacional de Actas, Sesión de 9 de agosto de 1943, f. 2). Después de un detenido examen de las propuestas elevadas, exceptuando el caso de Luis Marco quien no remitió proyecto alguno, la Junta Directiva acordó por unanimidad desestimar el planteamiento artístico y crematístico de Fausto en detrimento del presentado por Leonardo; conjunto actualmente estacionado en la soberbia Colegiata de San Bartolomé Apóstol de Belmonte, luego de ser sustituido con prontitud por el grandioso paso actual del fuentelepinero (A.H.S.P.A., Libro Fundacional de Actas, Sesión de 18 de agosto de 1943, ff. 3 y 4).
(38) Archivo Municipal de Cuenca, Negociado de Actas, Legajo 2313-5, Libro de Actas del Ayuntamiento de Cuenca (16-04-1931/21-03-1932), Sesión Ordinaria del Ayuntamiento de Cuenca de 20 de julio de 1931, ff. 83vº-84rº. Este curioso documento se compadece, casi en el tiempo exacto, con aquel otro prolongado encontronazo, esa vez con la Corporación Provincial conquense, a vueltas de su supuesto incumplimiento de entregar a la Diputación, a cambio de una suma de dinero, cuatro grupos alegóricos de Cuenca entre los años 1931 y 1934, y al objeto de concurrir a Exposiciones Nacionales (Archivo de la Diputación Provincial de Cuenca, Negociado de Personal, “Expediente personal del Profesor de la Escuela de Artes y Oficios, Don Luis Marco Pérez”, 1927, E. 86, T. VII, L. 1; y PÉREZ CALLEJA, I.J., “Luis Marco Pérez y la Escuela Provincial de Artes y Oficios de Cuenca. Breve crónica documental de un sonado desencuentro en plena Guerra Civil”, ed. cit.).
(39) Archivo de la Real, Antiquísima, Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de “El Salvador” (AHJNS), Libro de Actas (31-12-1939/22-03-1953), Sesión del día 31 de diciembre de 1939, p. 1.
(40) AHJNS, Libro de Actas (31-12-1939/22-03-1953), Junta General Extraordinaria de 29 de enero de 1945, p. 37.
(41) AHJNS, Libro de Actas (31-12-1939/22-03-1953), Acta Extraordinaria de 30 de marzo de 1941, pp. 11-12.
(42) AHJNS, Libro de Actas (31-12-1939/22-03-1953), Junta General Ordinaria de 4 de abril de 1943, p. 21.
(43) AHJNS, Libro de Actas (10-05-1953/18-03-1978), Junta de Diputación de 17 de marzo de 1954, f. 7rº.
(44) AHJNS, Libro de Actas, Sesión Extraordinaria de 21 de enero de 1985, ff. 26rº. y vº.