
Hermandad de nuestro padre Jesús Nazareno.
En este apartado podrás saber toda la información referente a la Hermandad como entidad.
La Real, Antiquísima, Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de El Salvador de Cuenca, tal y como aparece regulado en sus actuales Estatutos(1), reconoce la existencia jerárquica para su régimen de gobierno de una Junta de Diputación compuesta por un Secretario, un Vicesecretario, un Tesorero, un Contador, un número de vocales no inferior a uno ni superior a cuatro, un Representante de la Hermandad ante la Junta de Cofradías y los dos Hermanos Mayores. También formarán parte de la mima los Hermanos Mayores Salientes durante el año siguiente de su mandato. Siendo, por otra parte, los citados Secretario, Vicesecretario, Depositario, Contador, Vocales y Representante de la Hermandad (a la sazón, Presidente de la Procesión Camino del Calvario) elegidos por la Junta General en votación mayoritaria a una única candidatura.
Tal y como reflejan nuestras actuales Constituciones, todo aquello referente al funcionamiento, duración de cargos y funciones particularizadas de los miembros de la Junta de Diputación de la Hermandad, aparece sustanciado en el denso articulado de los Estatutos anteriormente reseñado. No obstante, a título meramente informativo, enumeraremos aquellas facultadas y competencias ostentadas como órgano delegado de la Junta General:
- Cumplir y hacer cumplir los Estatutos y las decisiones que haya tomado la Junta General, ejecutando los actos precisos.
- Estudiar y formular las correspondientes memorias de cuantos asuntos estén relacionados con los objetivos y fines de la Hermandad y exponerlos ante la Junta General.
- Confeccionar las memorias, cuentas, inventarios, balances y presupuestos de cada ejercicio.
- Formular y presentar ante la Junta General la renovación y/o reforma de los Estatutos.
- Solicitar ante las Administraciones e Instituciones Públicas, así como ante la Casa Real, los reconocimientos y ayudas a la que pudiera hacerse acreedora esta Ilustre y Venerable Hermandad.
- Llevar los Libros de contabilidad en donde figurarán los ingresos y gastos, precisándose la procedencia de aquellos y el destino de éstos, así como los demás libros de hermanos, inventarios y cuantos sean precisos.
- Recaudar las cuotas de los hermanos y demás ingresos, recibir las donaciones en favor de la Hermandad y autorizar los gastos previos.
En relación con lo anteriormente comentado, y a sabiendas de que los Hermanos Mayores son y asumen la más alta representación de la Hermandad, considérese el también literal contenido del Artículo 32; referente a la consideración del Hermano Mayor Honorario y último punto estatutario de este Capítulo II referente a la Junta de Diputación y sus miembros: “Es Hermano Mayor Honorario, a título graciable, personal y vitalicio, de la Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de “El Salvador”, Su Alteza Real y Príncipe de Asturias Don Felipe de Borbón y Grecia. A él le corresponde la más alta representación de la Hermandad, presidiendo todos los actos en los que participe con su asistencia”.
COMPOSICIÓN NOMINAL DE LA ACTUAL JUNTA DE DIPUTACIÓN: Hermanos Mayores: Manuel Santacruz Bascuñana, Cesar Pérez Castellanos; Hermanos Salientes:Lucio Mochales Correa, Emilio Gómez Cerrada; Secretario: Miguel Ortí Picazo; Vicesecretario: Luis Ortega Fernández; Depositario: Eduardo Martorel Montero; Contador:Juan Aurelio Martinez Ortega; Representante de la Hermandad ante la Junta de Cofradías: Juan Pedro Jimenez Araque; Vocales: Verónica Jiménez Moreno, Rafael Valera Cambronero
FUENTE.- Elaboración propia a partir de los Estatutos de la Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de El Salvador, Cuenca, Edición de la Hermandad, 2001.
NOTAS FINALES.-
(1) Estatutos de la Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de El Salvador, Cuenca, Edición de la Hermandad, 2001, pp. 23-30. Título Segundo, Capítulo II, Artículos 20-32: “De la Junta de Diputación y sus miembros”.
La Real, Antiquísima, Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de El Salvador de Cuenca, acuerda en sus presentes Estatutos(1), para la figura del Secretario, la encomienda del cumplimiento y ejercicio de las siguientes funciones:
- Representar a la Corporación junto con los Hermanos Mayores.
- Autorizar con su firma cualquier documento que suscriba.
- Convocar las Juntas Generales y de Diputación, procesión y demás actos que organice y desarrolle la Hermandad.
- Dar cuenta a la Junta de Diputación de cualquier determinación de urgencia.
- Llevar un registro detallado de altas y bajas en la Hermandad y otro de las fechas sobre la celebración de las misas por los hermanos fallecidos, así como el control y la gestión con el clero y los familiares de los hermanos difuntos, al objeto de que exista siempre la seguridad de la celebración de dichas misas y en los días en que éstas se van a celebrar.
- Llevar el libro de Registro sobre el nombramiento de los Hermanos Mayores, así como el de los banceros de turno.
- La redacción de las actas de las Juntas y la incorporación de éstas a los Libros correspondientes de cada una de ellas.
- Llevar la correspondencia, conservar los archivos, custodiar los Libros y redactar, expedir y remitir certificaciones, oficios y comunicaciones.
- Cuantas otras le sean asignadas expresamente por acuerdos de las Juntas Generales y de Diputación.
Asimismo, el Secretario se verá auxiliado por el Vicesecretario en el desempeño de todos los trabajos asignados y funciones correspondientes a la Secretaría de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de El Salvador, en mutua y adecuada coordinación; sustituyendo al primero en caso de ausencia o enfermedad del mismo.
FUENTE.- Elaboración propia a partir de los Estatutos de la Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de El Salvador, Cuenca, Edición de la Hermandad, 2001.
NOTAS FINALES.-
(1) Estatutos de la Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de El Salvador, Cuenca, Edición de la Hermandad, 2001, pp. 23-30. Título Segundo, Capítulo II, Artículos 26: “Del Secretario y del Vicesecretario”.
La Real, Antiquísima, Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de El Salvador de Cuenca, tal y como aparece regulado en los vigentes Estatutos para su régimen de gobierno(1), posee un emblema simbólico y característico bajo la siguiente descripción: se trata de un escudo, de material metálico o bordado, semejando una aureola o corona compuesta por dos estiradas palmas o ramos laureados que, enlazados en la base de aquélla, flanquean a las superpuestas letras mayúsculas HS; atravesadas éstas, a su vez, por una triunfal y trebolada cruz latina.
Desde un punto de vita iconográfico, dicho escudo ‒al que no se le ha adosado, hasta el momento, ningún refuerzo heráldico que testimonie la distinción de Real, otorgada a la Hermandad‒, concede especial relevancia, conformando una suerte de corona apelando a las palmas o ramos como martirio y gloria, al aquí acortado monograma IHS. Desde el propio arranque de la Cristiandad, el nombre sagrado de Jesucristo se simplifica de varias formas. Las tres primeras letras de la palabra Jesús, procedente del griego en nomenclatura y significado, se transliteraron al latín como IHS. Prevaleciendo aquí, en insinuado sentido latino, la H, de Hominum (de los hombres); y la S, de Salvator (Salvador). Es decir, Salvador de los hombres. Aunque no esté representado completamente en nuestro emblema el abreviado y tan jesuítico lema completo de Jesús, Salvador de los hombres ‒restaría por introducir la I, de Iesus (Jesús)‒, el significado refiere y honra lo mismo.
Evidentemente, el escudo distintivo de esta Ilustre y Venerable Asociación Pública de Fieles aparece incrustado en algunos de los enseres procesionales más relevantes de la misma, como pueda ser el Guión; y, en buena lógica, en el propio hábito penitencial de los devotos: prendido, siempre, de la manga izquierda de su morada túnica de paño.
FUENTE.- Elaboración propia a partir de los Estatutos de la Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de El Salvador, Cuenca, Edición de la Hermandad, 2001.
NOTAS FINALES.-
(1) Estatutos de la Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de El Salvador, Cuenca, Edición de la Hermandad, 2001, p. 34. Título Cuarto, Capítulo Primero, Artículo 40: “Emblema de la Hermandad”.
La Real, Antiquísima, Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de El Salvador de Cuenca, tal y como conciertan los Estatutos para su régimen de gobierno(1), estipula que aquellos hermanos que desfilen en la comitiva Camino del Calvario ‒recuérdese cómo estas mismas y vigentes Ordenanzas reconocen la participación y acompañamiento procesional, cada Viernes Santo, como una de las obligaciones fundamentales de los devotos e integrantes de esta Corporación‒ vestirán túnica de paño morado (tradicionalmente de cola; discretamente recogidas y en escaso número, aún son portadas por algunos nazarenos); cordón amarillo, a modo de cíngulo, y madroños también limonados. Del mismo modo, se emplea capuz tejido en terciopelo, sobre puntiagudo capirote, de idéntico color morado al de la túnica. A su vez y pendiente en el lado derecho del citado cordón anudado, los penitentes también llevan el preceptivo rosario. Finalmente y asistidos de la tradicional tulipa, el escudo de la Hermandad irá prendido, en su parte superior y centrada, de la manga izquierda de la túnica; completándose el hábito penitencial o uniforme con enlutados guantes y zapatos de negro riguroso.
FUENTE.- Elaboración propia a partir de los Estatutos de la Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de El Salvador, Cuenca, Edición de la Hermandad, 2001.
NOTAS FINALES.-
(1) Estatutos de la Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de El Salvador, Cuenca, Edición de la Hermandad, 2001, p. 33. Título Cuarto, Capítulo Primero, Artículo 39: “Uniforme de la Hermandad”.
La Iglesia de El Salvador constituye uno de los templos conquenses más vetustos y relevantes de la ciudad, hundiendo sus raíces en la Plena Edad Media (siglos XI-XIII). Como consecuencia de un semblante arquitectónico ciertamente destemplado, junto a su ubicación en una zona subsidiaria del concurrido centro histórico, esta meritoria edificación religiosa ha sido presa recurrente de manidos tópicos y errores históricos; sustanciados, por citar el ejemplo más paradigmático, en la confusa, por muy tardía, identificación cronológica subrayada en los azulejos informativos del exterior.
En este mismo sentido, el alumbramiento de esta página oficial no podía aparcar por más tiempo ‒todavía reciente el feliz hallazgo y restauración de la portada medieval y gótica del siglo XIII, y aun no siendo la primera, como último atractivo añadido de tan sustancial arquitectura(1)‒ la puesta en valor y vindicación de una parroquial injusta y masivamente minusvalorada, hasta fechas recientes, en multitud de estudios y literatura relacionada con el patrimonio capitalino. De una carismática parroquial que, amén de comportar sobria sede canónica de esta Real y Antiquísima (así como de tantas otras corporaciones nazarenas de Cuenca), liga su añosa evolución arquitectónica al apasionante desarrollo histórico de uno de aquellos tres venerables Cabildos natalicios de nuestra fervorosa Semana Santa(2): concretamente, al de Nuestra Señora de la Soledad (Viernes Santo‒Procesión del Santo Entierro).
Tal y como se aludía anteriormente, la iglesia de El Salvador presenta una fundación similar y contemporánea a la de los más antiguos y reputados templos conquenses. De esta manera, existe certeza documental de su pronta existencia hacia, aproximadamente, el tercer tercio del siglo XIII (1265), cuando el obispo D. Pedro Lorenzo rubrica carta de cambio de cierta posesión suya en la primigenia iglesia de San Salvador. Asimismo, recientes noticias publicadas por el profesor Ibáñez Martínez en el mismo trabajo sobre el que se ha cimentado esta sección ‒relativas a la existencia en el Archivo Catedralicio de algún otro dato anterior en algunas décadas a la fecha mencionada‒ confirman el muy primitivo origen de esta construcción sacra.
Estableciendo una secuencia evolutiva y cronológica para la génesis y desarrollo constructivo de la Iglesia de El Salvador, inicialmente hay que distinguir la fase edificatoria correspondiente a la Edad Media; toda vez que puede afirmarse, sin demasiado riesgo, que la primera construcción queda erigida, muy probablemente, durante el primer tercio del siglo XIII. La planta constaría de una única nave bajo el coetáneo estilo, largamente implantado en tierras de Cuenca, catalogado como de “iglesia de repoblación”. Durante las tres últimas décadas de la predicha centuria, se adicionaría una segunda nave, situada en el lado de la Epístola.
Sin embargo, la gran transformación de El Salvador acaece casi en el amén del siglo XVI como consecuencia de un ambicioso proyecto que adscribe a este templo religioso a los parámetros renacentistas postreros. Y es que lo que se plantea entonces es una metamorfosis o reedificación radical de la originaria Iglesia conforme se había configurado hasta esa fecha; todo ello a partir de introducir alteraciones drásticas tanto en planta como en estructura. De tal modo que, en aquel momento, lo que se proyecta es el tránsito absoluto de la antigua arquitectura gótica con dos naves (al menos) y patente irregularidad (aderezada con capillas laterales en el lado norte, más otra en el costado sur), a un templo consistente en una única y espaciosa nave con capillas delimitadas por contrafuertes.
Nótese aquí, por tanto y en esta misma coyuntura, la plasmación de un patrón estilístico concomitante con los ideales de la Contrarreforma; donde la citada asimetría original del espacio es combatida por una recomposición más regularizada (hasta donde lo permitía el peculiar entramado urbano colindante). Al parecer del ya mentado profesor Ibáñez, estaríamos ante una simplificación de esa característica tipología arquitectónica de cariz jesuítico en el sentido de enfatizar la ampulosa y holgada nave como indiscutible núcleo protagonista, bien visible, de los actos litúrgicos y de fe.
Equivalentemente, otros importantes rasgos artísticos de esta etapa evolutiva que conduce a San Salvador a su condición de templo renacentista serían el palmario adelgazamiento de volúmenes geométricos, la desnudez ornamental y la rigurosa planicie de muros. Es decir, la traza de este templo conquense, tras el Medioevo, hay que vincularla al dominante patrón estilístico, en cuanto a edificios católicos, del siglo XVI; en frontal contradicción con la tan propagada y marrada clasificación barroca de su arquitectura y cronología.
El aquí someramente descrito proyecto renovador del templo llevado a efecto en el Quinientos representa, pues, un indubitable y singular paradigma en el catálogo glorioso de la arquitectura local. O lo que es decir lo mismo: el proceso antes resumido desemboca en una iglesia renacentista sobre esa otra anterior y medieval progresivamente desdibujada. Dicho proyecto crucial carece, eso sí, de autoría confirmada aunque emparentaría con la producción arquitectónica que el prestigioso maestro milanés Andrea Rodi, y su círculo conquense, legó a esta ciudad (también proliferante y asidua en recursos como las bóvedas de cañón y baídas).
Acerca de todo lo anteriormente expuesto, téngase en consideración cómo ya en esa época está asentada la idea de conseguir en el templo una uniformidad arquitectónica del espacio; hasta el punto de que capillas tan célebres como las de la familia Luna o la de Nuestra Señora de la Soledad (Santo Entierro) debieron plegarse a la traza general de la fábrica. Y cómo la Iglesia se fragua sin crucero, al objeto de aprovechar al máximo la superficie disponible para forjar, con ello, numerosas capillas cubiertas con bóvedas baídas; la notable bóveda de cañón con lunetos, postergada hasta el ecuador del siglo XVII, irá destinada a la nave.
Durante el período barroco, pese a lo comúnmente aceptado, la marcha constructiva de la iglesia de El Salvador no aportó alteraciones mollares a esa coyuntura edificatoria renacentista anteriormente comentada. Así, los cambios más significativos fueron, de un lado, la construcción de una austera y desabrigada portada; conservada actualmente como puerta de acceso al templo y cabalmente adaptada al esquema imperante en el edificio. Y, de otra parte, la ampliación de una de sus capillas más emblemáticas, cual era la de Nuestra Señora de la Soledad; perteneciente a ese trascendental y correspondiente cabildo cuya radicación en El Salvador coadyuvaría, grandemente, en el postrer desarrollo y financiación de la Parroquial.
En este punto interesa, ante todo, anotar algún apunte adicional sobre esta nueva y definitiva portada del templo, correspondiente al primer barroco. Datada su construcción hacia mediados del siglo XVII ‒coincidiendo con el señalado cerramiento de la nave con la bóveda de cañón‒, está configurada con un arco de medio punto entre toscanas pilastras cajeadas. A su vez, el frontón del coronamiento, partido, alberga a los lados remate de bolas en estilo herreriano, y muestra una hornacina flanqueada, de nuevo, por pilastras cajeadas y presidida por una moderna Imagen del Titular de la Iglesia (nótese la aplastante afinidad evangélica de esta Parroquia, a efectos de consagración, con la Transfiguración del Señor).
Este receptáculo sacro de El Salvador emerge pues‒ he aquí su mayor potencial e influencia arquitectónica dentro del imponente elenco constructivo conquense‒, como impar y decoroso nexo renacentista que enlaza, dentro de la superposición lineal de estilos representados en estas heredades castellanas, con la inminente y prologal etapa del Barroco iniciático de la Iglesia de las Carmelitas Descalzas.
Prosiguiendo con el escueto recorrido histórico de la evolución constructiva de la iglesia de El Salvador, sede canónica de esta Ilustre y Venerable Hermandad, conviene indicar que aquélla bien pudo sufrir otra agresiva remodelación, durante el tercer cuarto del siglo XIX, si hubiera fructificado el frustrado proyecto elaborado por el arquitecto Juan José Trigueros. Dicho proyecto obedecía, en origen, a la imperiosa necesidad de reparar el ruinoso estado de la antigua torre del edificio; siendo la única actuación llevada a cabo finalmente. No obstante, producto de un flagrante desprecio hacia el aceptable valor artístico y patrimonial del templo y de la ignorancia absoluta de su rica evolución histórica, el citado arquitecto programaba también la transformación, de modo considerable, de la pauta preponderante del antiguo edificio, en atención a esa peregrina impresión de supuesta pobreza y exiguo valor que ha acompañado, desde antiguo y con el refrendo ominoso de Ponz o Mateo López, a este templo.
A caballo del estertor del siglo XIX y los vagidos iniciales de la centuria pasada, puede acotarse uno de los períodos más interesantes y originales del proceso edificatorio de El Salvador. Así, una vez malogrado el aludido plan renovador del arquitecto Trigueros (1863), se procedió a un conjunto de acciones como el acopio de una armadura de hierro para la cubierta; la confección de un nuevo y definitivo retablo para el Altar Mayor; y, como última y descollante actuación arquitectónica en la Iglesia, la erección de una nueva torre y coro concebido por el arquitecto Luis López de Arce.
Detectada la paupérrima conservación de la cubierta de la nave, con fecha de 3 de julio de 1894, el arquitecto Rafael Alfaro denuncia el calamitoso estado de la misma y conmina a su reforma, utilizando el hierro como materia prima básica; y llevándose a buen puerto la misma apenas un año después. Constituye esta llamativa armadura, a cuatro aguas, de la cubierta de la Iglesia, un innegable jalón de esa enigmática coyuntura constructiva de la arquitectura conquense circunscrita al empleo del hierro; y que afecta en la capital y lo capital, como referentes sincrónicos y representativos, al fronterizo puente del ferrocarril sobre el río Júcar y a esa colosal pasarela metálica de San Pablo pergeñada por el ingeniero valenciano José María Fuster y Tomás.
De otro lado, el actual retablo mayor de la Iglesia, realizado entre finales de 1893 y el ecuador de 1895, fue proyectado por el ya citado Rafael Alfaro; siendo el arquitecto municipal encargado de dirigir las obras Rogelio Ayllón, y el contratista Donato Sánchez; constando también la identidad del tallista en madera del retablo, Sebastián Suárez; del decorador Antonio Sedano y del marmolista Andrés Soria. Pese a que la composición y estructura del Altar conserva su esencia íntegra, las numerosas Imágenes que hermoseaban el retablo desaparecieron durante la Guerra Civil.
Tal y como puede apreciarse en la visita a El Salvador, el retablo diseñado por Alfaro con aires academicistas cribados por cierto regusto neobarroco gobierna, por completo, el testero de la nave; estando materializado con madera dorada y policromada. Compuesto por un cuerpo principal fraccionado en cinco calles por seis columnas corintias, el retablo alberga varias piezas escultóricas entronizadas en las pareadas hornacinas labradas en cada calle.
Anteriormente, se sugería el afortunado proyecto auspiciado por el arquitecto Luis López de Arce y Enríquez, concerniente a la nueva torre y coro de la Iglesia, como la actuación más apreciable de esta etapa moderna. De esta manera, en el mes de agosto de 1903, el que fuera también arquitecto provincial y diocesano registra el predicho proyecto de la actual torre a edificar en la Parroquial; formando parte del mismo, la construcción de un nuevo coro dotado de una notoria aspereza, y fragmentado en sendas partes alta y baja como el antes vigente. Las intervenciones y trabajos de la torre y coro finalizaron en el mes de junio de 1905 ‒el lado sur de la primera conserva, indeleble y en tipografía mayúscula, el siguiente lema: “se construyó esta torre con fondos de fábrica en el año de 1905‒.
La airosa torre de El Salvador, alzada en piedra y ladrillo, presenta tres cuerpos claramente diferenciados: el primero y más bajo es recio y cuadrado; el intermedio deviene octógono de lados desemparejados; siendo el último y más elevado el propio del campanario (dos de las cuatro campanas proceden de la vecina Iglesia de San Andrés). Perteneciente a una suerte de obviado estilo modernista de raigambre local (caracterizado como discreto), esta arquitectura, junto a otras cuantas incardinadas en las tres primeras décadas del siglo XX, es digna de mayor curiosidad y mejor ponderación. Dicha torre, finalmente, está coronada con un agudo chapitel ‒mayestático y alegórico “capuz de Cuenca”, en metafóricas palabras de José Miguel Carretero Escribano‒, que prolonga su escalada exterior con una graciosa veleta y cruz de hierro; aunque la atenta mirada recele por el preocupante estado actual de la aguja.
Por consiguiente, queda patente cómo la Iglesia de El Salvador ostenta el privilegio histórico-artístico, amasado durante ocho siglos, de reunir un insospechado catálogo de riquezas que abarca desde los remotos tiempos de la conquista cristiana de Cuenca hasta el presente y pujante panorama devocional aportado por el universo cofrade de la Semana Santa capitalina; allegando a sus esmeradas capillas y altares, cuantitativa y cualitativamente hablando, algunos de los más fastuosos ápices de la mejor imaginería religiosa española de carácter procesional posterior a la Guerra Civil; ejemplificados por la generosa gubia del fuentelespinero Luis Marco Pérez y esa portentosa hechura que es la veneradísima Imagen del Jesús de las Seis.
A modo de conclusión, habría que incidir en el acendrado y creciente ascendiente pasionista de esta Parroquial en el devenir histórico de nuestra Semana Santa ‒también, en tiempos recientes, con el arribo a sus dependencias sagradas de alguna hermandad moderna de la Cuenca nazarena‒, como lo prueba el repetidamente comentado y secular establecimiento físico del añejo Cabildo de Nuestra Señora de la Soledad y sus tradicionales Imágenes devocionales a partir del Quinientos. Menester obligado será, en este contexto, resaltar cómo El Salvador abrigó, del mismo modo y ya definitivamente desde el segundo cuarto del siglo XIX, a los Sagrados Titulares de aquellas otras hermandades que, procedentes del extinto Convento de San Agustín(3) y otrora pertenecientes al arcaico Cabildo de San Nicolás de Tolentino, configuran hoy la procesión Camino del Calvario.
Todo ello ha supuesto en los últimos tiempos para nuestra sede canónica, con el palmario insuflo benefactor y bienintencionado de esta R.A.I. y Vble. Hdad. de Nuestro Padre Jesús Nazareno de El Salvador, un incuestionable impulso en la vertiente artística e iconográfica del templo; todavía más oportuna si se repara en ese antiguo patrimonio mobiliariario del edificio que ya quedó sepultado. Así, afloraron actuaciones tan reveladoras en este campo como los murales del pintor Víctor de la Vega en las capillas del Sagrado Corazón y de nuestra propia Hermandad (véase, para obtener más información sobre los últimos, el apartado específico dedicado en esta página electrónica a los frescos de la Capilla de Jesús Nazareno). O, más recientemente y en lo que encarnó una apuesta de enorme envergadura por múltiples motivos, las formidables puertas de la propia Iglesia elaboradas con relieve de bronce y alegóricas de la Pasión; comisionadas por nuestra Corporación al tristemente desaparecido artista Miguel Zapata y colocadas en el año 2000(4).
FUENTE.- Elaboración propia a partir de la siguiente publicación: IBÁÑEZ MARTÍNEZ. P.M. y LEÓN IRUJO, D., La Iglesia de El Salvador de Cuenca con motivo de la restauración de la antigua portada gótica, Cuenca, Consorcio Ciudad de Cuenca, 2010.
NOTAS FINALES.-
(1) El inmueble ha sido declarado Bien de Interés Cultural (16-07-2002).
(2) Consabida es la estrechísima relación histórica y presente de la Iglesia de El Salvador con la Semana Santa de Cuenca. Hasta tal punto que una porción de su espacio interno lo convierte en el único y privilegiado receptáculo sacro que aún pervive desde las originarias procesiones primitivas (Capilla de los Pasos del Cabildo de Nuestra Señora de la Soledad; hoy de los Caballeros y antaño de la familia Moya).
(3) Aunque ya parece suficientemente avalado, por la documentación archivística hallada en los últimos tiempos, el hecho de que las Imágenes procesionales de la Madrugada del Viernes Santo, moraron transitoriamente en el convento de San Francisco; como estadio intermedio entre el histórico y lacerado cenobio de San Agustín y el definitivo retorno de Aquéllas a la Iglesia de El Salvador (allí habían sido alojadas años antes para que los franceses no las lastimasen). Nótese, al respecto y por ejemplo, la siguiente cita extraída por el autor Antonio Pérez Valero de las Constituciones de la Vble. Hdad. de Nuestra Señora de la Soledad de San Agustín, impresas en 1899: “en 20 de junio de 1928, junta extraordinaria para dar cuenta de un oficio que había pasado el Hermano mayor de Nuestro Padre Jesús para que las imágenes sujetas a dicha Hermandad, se trasladasen al convento de S. Francisco; se acordó por unanimidad acceder a la propuesta, y que la Hermandad pagase los gastos de colocación de Nuestra Señora en el sitio que se la designase” (Doc. cit. en PÉREZ VALERO, A., La Cuenca Nazarena hasta el siglo XX, Cuenca, Diputación Provincial de Cuenca, 2011, p. 183).
(4) Véase, acerca de esta célebre obra patrocinada por la Hermandad, la siguiente referencia bibliográfica: PÉREZ TORNERO, R., “Anacronismos”, Cuadernos de Semana Santa, 2001, pp. 18-41. Se trata de una extensa entrevista en la que Miguel Zapara revela el proceso de encargo, proyección y realización del que quizá sea, hasta la fecha, uno de los más ambiciosos proyectos abordados por nuestra Hermandad; y el cual concierne, obvia y directamente, a la Iglesia de El Salvador en uno de sus espacios externos más visibles.
La Real, Antiquísima, Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de El Salvador de Cuenca contempla, en el articulado de sus vigentes Estatutos, la condición de Hermano Mayor Honorario; únicamente concedida y asumida ‒a título graciable, personal y vitalicio‒ por Su Alteza Real y Príncipe de Asturias, Don Felipe de Borbón y Grecia. En virtud de lo cual, a él le corresponde la más alta representación de la Hermandad, presidiendo todos los actos en los que participe con su asistencia.
Ahondando, algo más, en aquellos hermanos especialmente dignificados por nuestra Hermandad, a lo largo de los tiempos y abarcando principalmente hasta finales de la década de los años setenta, merece la pena subrayar algunos nombres ilustres como los que siguen:
- En el segundo artículo adicional contenido en las históricas Constituciones para el régimen y gobierno de la Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno establecida en la parroquia del Salvador de esta ciudad (Cuenca), y aprobadas por la Autoridad eclesiástica con fecha de 7 de febrero del año 1907, se regula que “podrán gozar de las prerrogativas consignadas en este Reglamento, aquellas personas piadosas que de un modo especial y reiterado se distingan por su caridad y protección decisiva a esta Cofradía; y encontrándose comprendido en este artículo el Sr. D. Mariano Catalina, se le nombra hermano con los mismos derechos que los demás, pero eximiéndole de toda obligación”. Consabido es el decisivo papel munificente, en este sentido, desempeñado por el citado señor a comienzos del siglo XX; cuando, concretamente el 19 de marzo de 1904, dona a nuestra Hermandad un nuevo paso procesional y titulado como “Jesús Caído con la Verónica”, y cuyas Imágenes pasan a engrosar el desfile de la Madrugada conquense del Viernes Santo y, del mismo modo, a venerarse en la Iglesia Parroquial de El Salvador. Digno de un estudio más pormenorizado, la preponderante figura de este escritor, arqueólogo y político destacó, en el ámbito local, como uno de los grandilocuentes impulsores de las celebraciones de la Semana Santa conquense.
- Léase, al hilo de esta sección y localizada en la sesión de la Junta General Ordinaria de 1 de marzo de 1942, la reconocida distinción que avaló a Doña Josefa Cobo como Camarera de Honor de nuestra Asociación Pública de Fieles: “Debido a las manifestaciones de los familiares al Depositario de la Hermandad y ante la imposibilidad física debido a la edad de la Camarera Dª. Josefa Cobo, se acuerda que dicha Sra., en premio al cariño demostrado durante su actuación por Nuestro Padre Jesús, se le nombre Camarera de Honor”. Evidentemente, y en ese mismo contexto, entra en liza, como Camarera efectiva y nombrada por unanimidad, Dª. Carmen Zomeño.
- Durante la Junta General Ordinaria celebrada el 4 de abril de 1943, a propuesta del hermano Juan Ramón de Luz (privilegiado y determinante intermediario de la Hermandad para con el acreditadísimo escultor), se adopta el unánime acuerdo de nombrar Hermano Honorario de nuestra Corporación a Don Luis Marco Pérez. Por aquel entonces, y aunque las motivaciones artísticas eran abundantes y palmarias, el imaginero de Fuentelespino de Moya había entregado a la Hermandad, únicamente, la portentosa figura del Titular. En los dos años siguientes, completaría el elenco patrimonial y procesional de la mima con la confección del Cirineo, Jesús Caído y Verónica.
- Continuando con la cronológica y selecta nómina de hermanos aquí propuesta, en la Junta General Ordinaria de 15 de marzo del año 1944, el entonces Hermano Mayor, D. Félix Pérez, informa a la Asamblea de la reciente donación de una marcha procesional, efectuada por el músico vallisoletano Jesús Calleja Villamañán, dedicada a Nuestro Padre Jesús Nazareno. En virtud de lo cual y por unanimidad de los presentes, el que fuera gran Director de la Banda de Música de Cuenca, es nombrado Hermano Honorario de nuestra Hermandad. Acerca de la biografía y estrecha relación del denominado como “Maestro Calleja” con Cuenca, nótense los referenciales artículos de investigación publicados por Fernando J. Cabañas Alamán y, después, por José Miguel Carretero Escribano; quien destaca, a su vez, la marcha “Camino del Calvario” (marzo de 1932), “que refleja, con sapiencia, traducido a lenguaje musical, las sensaciones de esa Procesión, incluyendo una bastante identificable “clariná”.
- Históricamente, la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de El Salvador ha dispensado memoriosa gratitud a aquellas personas que, desde distintos ámbitos y condiciones, han evidenciado un apoyo manifiesto hacia nuestra Corporación. En este marco de actuación, hay que insertar el acuerdo de designar al sacerdote Don Victoriano de la Cruz como Hermano Honorario de la Hermandad, acuerdo adoptado en Junta General Ordinaria de 15 de abril de 1945. Menester será que recordemos el importantísimo papel desempeñado por este hermano en la reorganización de la misma, después de los desgraciados sucesos de la guerra civil (y junto a otros clérigos ligados a la Corporación como el gran Predicador Juan García Plaza de San Luis o D. Jesús Ayllón Melero; hombre trascendental en las negociaciones llevadas a cabo con la homónima Hermandad de San Antón, para desfilar en la procesión de Viernes Santo del año 1940, compartiendo la entonces Imagen Titular del Jesús del Puente). Así y entre otras intervenciones relevantes de De la Cruz, queda constatada su benefactora presencia en la crucial Sesión del día 31 de diciembre de 1939, celebrada por la Hermandad en la Sacristía de la Parroquia de El Salvador; e integrando la Comisión encargada de allegar a Cuenca nuestro paso procesional Titular. Fue, del mismo modo, el Maestro de Ceremonias en el solemnísimo acto de bendición de la Imagen del Jesús del Salvador y que se desarrolló en la citada Iglesia, con fecha de 30 de marzo de 1941.
- Por otro lado, en el transcurso de la sesión celebrada por la Junta de Diputación de nuestra Hermandad, con fecha de 27 de mayo de 1949, se acuerda nombrar Hermano Honorario de la misma a Julio Larrañaga Mendía; en atención a sus elaborados artículos publicados en el medio local Ofensiva y referentes a la fundación de la Corporación del Jesús del Salvador. Merecedor de una calle, en su nombre, en la capital conquense y personaje indispensable en la reestructuración del Consistorio municipal tras la contienda civil, este madrileño fue autor de la famosísima y reeditada Guía Larrañaga; uno de los manuales o guías conquenses por excelencia.
- No escapó, por ventura, a esta sucinta retahíla de distinciones elevada por la Hermandad del Nazareno de El Salvador, la muy recordada figura del que fuera, décadas atrás, Excmo. y Rvdmo. Sr. Obispo de la Diócesis de Cuenca: Inocencio Rodríguez Díez. Así, a propuesta del entonces Hermano Mayor saliente, Eduardo Ruiz del Olmo, y durante la Junta General Ordinaria de 17 de abril del año 1960; se aprobó, por unanimidad, el nombramiento, como Hermano Mayor Honorario de la Hermandad, de la que era máxima Autoridad eclesiástica, y en testimonio de fiel respeto y, a su vez, de agradecimiento por el deferente trato dispensado hacia la misma. En esta misma línea, y a expensas de la esperable aceptación del Prelado leonés, la Corporación planeaba, para encarecer dicha gentileza, confeccionar un pergamino, en el que constara tal designación, y una medalla de oro, como distintivo material de la dignidad otorgada.
- Inmersos en la siguiente década de los años setenta, concretamente en la Junta General Ordinaria de 2 de abril de 1972, la Asamblea General acordó nombrar Hermano Honorario al hermano Julio Martínez Abril; como recompensa simbólica a su límpida ejecutoria e inquebrantable devoción a Nuestro Padre Jesús Nazareno de El Salvador, subrayándose el incondicional apoyo que había prestado siempre a nuestra Hermandad. En este sentido, sabido es que la Corporación del Nazareno del Salvador, con otras fórmulas distintas, siempre ha reconocido la abnegada labor de sus fieles; haciéndolo constar, en ocasiones, por escrito y, en cualquier caso, asumiendo toda la comunidad penitente un eterno compromiso, veraz y activo, en cuanto a la profesión de fe que debemos a Nuestro Padre Jesús Nazareno.
- Finalmente y aun infringiendo el compromiso expresado en el arranque de esta curiosa sección, a modo de aproximado cuadro de honor y que no rebasa la década de los años setenta, hay que hacer hincapié en la figura de nuestro anterior Consiliario y Capellán: Teodoro Rubio de la Hoz. El admirado y carismático sacerdote, en correspondencia a su siempre incansable y pulcra tarea de director espiritual de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de El Salvador figura, en buena ley y en los recientes Libros de Actas de la Corporación, como Capellán Honorario y Vitalicio de la misma.