
La Hermandad cuenta con las siguientes imágenes:
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Digno de encomio, y de una mayor extensión, es el gratificante y corajudo proceso que acometió la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de El Salvador, inmediatamente después de la guerra civil, para la reconstitución de su organización y, claro está, acopio de patrimonio artístico. Como no podía ser de otra manera, en la ya mítica Sesión del día 31 de diciembre de 1939, celebrada en la sacristía de la Parroquia de El Salvador y primer testimonio escrito de nuestra Corporación tras la contienda, se adoptan una serie de acuerdos muy trascendentales para recobrar el pulso pasionista. Entre ellos, principalísimo, la constitución de una comisión encargada de financiar, sin apenas auxilio oficial alguno, la realización de las imágenes de Jesús Nazareno y el Cirineo, así como de unas andas; todo ello, encomendado al conquense Luis Marco Pérez.
La Imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno fue bendecida, junto a la también actual de San Juan Apóstol Evangelista y a otra antigua de la Soledad de San Agustín, en la Iglesia de El Salvador de Cuenca, mediante solemne y concurridísima función religiosa verificada el 30 de marzo del año 1941 (contando, incluso, con la presencia del ya citado insigne imaginero, y responsable de su ejecución artística, Luis Marco Pérez). En el mismo mes de marzo, esta Hermandad del Nazareno de las Seis acordó solicitar, al entonces Presidente de la Diputación, un salón de la institución provincial para exponer la nueva y espectacular efigie. La cual, aun sin Cirineo, ya protagonizaría su primer cortejo procesional en el mismo 1941; habiendo desfilado esta Corporación, en la Semana Mayor del año anterior, con otra Imagen de Jesús Nazareno que, hoy ubicada en Cañete y obrada por Tomás Marqués Amat, fuera prestada, para la ocasión, por su entonces propietaria: la homónima Hermandad capitalina del Jesús del Puente.
El análisis estilístico de la veneradísima Imagen Titular de la Hermandad, Nuestro Padre Jesús Nazareno de El Salvador, remite ineluctablemente a lo más granado y mejor logrado por el escultor Marco Pérez dentro de ese amplísimo catálogo de imaginería religiosa procesional, posterior a la contienda civil, legado a la Semana Santa de Cuenca. Así, imbricada de lleno en aquella portentosa primera fase artística, signada por el genio de Fuentelespino de Moya en la inmediata posguerra, con la realización de pasos procesionales de una sola figura; el popular Jesús de las Seis constituye, a juicio cabal y objetivo de los especialistas en la materia, obra cimera y sin parangón, en lo referente a este Misterio, dentro de su abundante elenco pasionista.
Apelando a unos cánones creativos tan ortodoxos como pulcros, Luis Marco alumbra una talla de impactante y singular donosura; como impregnada en cada uno de sus perfiles y detalles de un extraordinario poder y compostura que, a su vez, parece preludiar un inevitable sentido procesional. No obstante, su impar hechura ‒atisbada, a pequeña escala y en lugar preferente, en cierta y añosa fotografía del taller del escultor‒ refulge ensamblada con el más exquisito y reposado sentido barroco; macerado por el autor a partir de ese influyente manantial que sería su estancia profesional en castellanas tierras de Valladolid.
Presidiendo, en curiosa orientación, el altar de su muy visitada Capilla parroquial de El Salvador, la figura de Nuestro Padre Jesús Nazareno comporta, en definitiva, ejemplo sobresaliente de un barroco sin estridencias superfluas ni vanas teatralidades; encajando, de manera sublime, en ese inenarrable acervo devocional, y estético, que supone, para Cuenca, su fervorosa Semana Santa. Paradigmáticos de su infinita hermosura, menester será que abundemos en ápices artísticos de la Imagen tan celebrados y evidentes como esas manos divinas y terrenales, a la vez; una mirada piadosa que atraviesa el alma; o el descubierto talón, tan desgastado por los devotos besos de un pueblo entero.
La Imagen de Simón de Cirene, el Cirineo del Jesús de las Seis, completó el paso Titular de la Hermandad en el año 1945. Ejecutada en madera, idénticamente, por el escultor conquense Luis Marco Pérez; su tamaño no alcanza el natural y es algo inferior al de la talla principal del Nazareno, y al que auxilia anudando voluntades en torno a la Cruz. Fue costeada por la propia Hermandad del Jesús del Salvador, de igual modo que las otras tres efigies propiedad de esta Corporación; y su encargo hay que contextualizarlo, en el tiempo, a la par que la Imagen Titular (1939/40), pese a que la culminación se postergó, en relación a las previsiones iniciales, algunos años. De tal manera que, con el coetáneo estreno procesional del Misterio de La Caída, la presente Hermandad recuperaba, por completo, la escenografía procesional con la que desfilara por las calles de Cuenca hasta 1936: dos pasos, cuatro Imágenes.
Desde el punto de vista estilístico, puede comprobarse el espectacular tratamiento anatómico desplegado por Marco Pérez; y en lo que era una de las suertes escultóricas mejor manejadas por el artista serrano. Así, ni el convencional plegado de la indumentaria ni la ornamentación de policromía aplicada, ensombrecen el perfil musculado y aguerrido del Cirineo; acaso, acentuado por los surcos irregulares de un semblante ya curtido. Finalmente, hay que subrayar, desde un plano comparativo, la flagrante proximidad estética y conceptual mantenida con esa otra talla del Cirineo que, también contemporánea en lo cronológico, engrosa el grupo procesional, compuesto por otras cuatro figuras más, de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Caído de Ciudad Real.
Actualmente, esta Imagen solo puede contemplarse durante la carrera pasionista de la Madrugada del Viernes Santo conquense, a diferencia de las otras tres tallas de la Hermandad, que sí están expuestas, al culto, en sendos altares de la Parroquial de El Salvador.
El paso procesional de La Caída, también propiedad de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de El Salvador, está integrado por sus dos imágenes históricas y emblemáticas: Jesús Caído y La Verónica. Concurre a la procesión Camino del Calvario tras la Imagen Titular del Jesús de las Seis, al igual que lo hacía el mimético y desaparecido grupo pasionista que, antes de la guerra civil y donado por Mariano Catalina el 19 de marzo de 1904, ya desfilara en el cortejo del Amanecer de Viernes Santo, bajo responsabilidad de nuestra Corporación.
El actual paso procesional, presentado al culto público, de ordinario, sobre un pedestal macizo bajo el coro de la Iglesia de El Salvador, se debe a la generosa gubia de Luis Marco Pérez; siendo, por tanto, el único y sobresaliente artífice de todas nuestras imágenes procesionales. Las tallas que ahora nos ocupan fueron comisionadas al insigne escultor, mediante entusiástico y unánime acuerdo de Junta General Extraordinaria de 29 de enero de 1945; quien las ultimó para el desfile procesional de ese mismo año y sufragando el costo de las mismas, otra vez más, la propia Hermandad, recurriendo al Banco Español de Crédito para ello.
La urgencia del encargo al artista de Fuentelespino de Moya y su apremiante incorporación al cortejo del Viernes Santo estuvo condicionada por la polémica pugna surgida entre la Hermandad de El Salvador y otra naciente, nucleada en torno al mismo Misterio de Jesús Caído y la Verónica, que pretendía su inclusión, como entidad independiente, en el predicho desfile Camino del Calvario. De modo que, con la propia intervención de la Junta de Hermandades y el papel decisivo del Obispado de la Diócesis, el litigio entre las dos Corporaciones nazarenas se resolvió con la aceptación de los derechos históricos adquiridos sobre la Imagen en cuestión y que esgrimió la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de El Salvador (desencadenándose el encargo, pues y así, a Luis Marco); y conminando a la reciente Hermandad de Jesús y la Verónica a desfilar, con su otrora paso procesional elaborado por Ricardo Font Stors y desde el citado año de 1945, en la procesión de Paz y Caridad. De ahí, la sorprendente y moderna dualidad escenográfica, con apenas un puñado de horas de diferencia, con dos grupos pasionistas, casi similares, desfilando por las calles de la capital.
En el plano meramente artístico, vuelven a evidenciarse, en estas figuras sagradas de tamaño natural, los patrones clásicos y característicos del laureado hacedor. La escena parece glosar una de las Caídas en el tortuoso camino hacia el Calvario, con la arrodillada figura del Señor abrazándose a una pesada Cruz, que resbala sobre el terciopelo morado de la túnica; mientras clava su resignada mirada, ya casi celestial, en la cercana y valiente silueta de Verónica, quien muestra al pueblo un lienzo sagrado de tela, perfilado por el rostro ensangrentado de Jesús.
Nótese, desde un prisma comparativo y al igual que sucede con el Cirineo, el paralelismo artístico de esta Imagen con otra parecida y que capitaliza el grupo procesional, en esta sección ya mentado, de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Caído de Ciudad Real. Del mismo modo, también pudiera colegirse una proximidad estética con algunas tallas señeras y concomitantes de nuestro imaginero, cual es el requenense Nazareno del Arrabal. En esta línea y por consiguiente, si bien nuestro Sagrado Titular no encuentra posible parangón estilístico entre lo trabajado por Luis Marco Pérez al respecto de ese Misterio (con una desorbitante y absoluta singularidad en la materialización y resultado de la efigie); en el caso de La Caída, pues y en conjunto, no ocurre lo mismo.
La fulgurante premura de su recuperación no fue óbice para que en el propio seno de la Hermandad del Jesús del Salvador, a lo largo de los años y como desde hace más de un siglo, se haya profesado una inveterada devoción e inestimable compromiso para con este Misterio; revistiéndose su caminar penitencial, cada Viernes Santo, de la dignidad que merece. No obstante, dicha Hermandad, casi de inmediato a su recepción y durante varios lustros, ha barajado varios proyectos de remodelación en relación al mismo.